NOTAS SOBRE LA LAICIDAD


INDICE DE CONTENIDOS:

LA LAICIDAD, Edgar Morin

LA LAICIDAD, LEY SUPREMA, Taslima Nasreen

LA LAICIDAD COMO PRINCIPIO FUNDAMENTAL DE LIBERTAD ESPIRITUAL Y DE IGUALDAD, Henri Peña-Ruiz

LAICIDAD Y VALORES EN EL SIGLO XXI, R:. L:.  "Isis, Luz del Sur"

LAICIDAD Y VALORES EN LA EDUCACION, por María Hortencia Coronel

LA LAICIDAD NO IMPLICA EL FIN DE LO SAGRADO, entrevista con Luc Ferry

CONCLUSIONES DEL TERCER ENCUENTRO SOBRE LAICIDAD

MANIFIESTO DE BARCELONA POR LA LAICIDAD

EL LAICISMO


 LA LAICIDAD
(ahora que la unión Europea está en plena discusión de su futura constitución)
Artículo de Edgar Morin, traducido por Jose Ramon Gonzalez y Carlos Tomas Roque


Es siempre fascinante constatar hasta qué punto la construcción Europea -que de entrada debería comprenderse como una dinámica- es muy frecuentemente bloqueada por impulsos nostálgicos o por reacciones teológicas en el sentido profundo del término. Igualmente, que representantes de las iglesias no puedan admitir una sociedad que permita a cada uno la libertad de creer o de no creer en una relación personal con Dios o sin Él, despojada de figuras de digestión difícil o de una interpretación respetable pero limitada.

Francia afirma la laicidad sobre la mayor parte de su territorio y en condiciones de una remarcable flexibilidad (luego de que hubo quien se presentase con velo a los exámenes de bachillerato, exigiendo un corrector femenino y acompañada de su esposo), otros estados Europeos han seguido vías similares (Laicidad en Portugal, Separación de Iglesia y Estado en Suecia; libre examen de ideas en Bélgica, Supresión de la mención de la religión en las tarjetas de identidad nacional en Grecia, etc.) Asimismo, la mayor parte de las iglesias católicas de Europa -donde son minoritarias. Son extremadamente “laicas”.

¿Cuál es entonces el sentido de una reivindicación de la laicidad tendiente a integrar a la religión católica, a la cristiana, o a Dios sin precisiones en los preámbulos de la futura Constitución Europea?

Cuando los demócrata-cristianos permitieron la creación de lo que con el tiempo se convertiría en la Unión Europea, nadie estimó indispensable considerar esta opción, bajo el argumento de la voluntad común de unir al Viejo Continente, todavía agobiado por guerras civiles o internacionales.

Parece paradójico, que en el momento en que el gobierno Británico propone la creación de ceremonias civiles como alternativa a las similares religiosas, el debate Europeo se desarrolle bajo la forma de la regresión.

Nadie puede seriamente poner en duda la importancia histórica del catolicismo en Europa, ni la de los espacios protestantes, judíos, ortodoxos, musulmanes o de los humanistas laicos. Su legado ha permitido a Europa y más allá de su propio territorio, afirmar una identidad que rebasa la suma de sus componentes.

Las guerras vividas actualmente en Europa son todavía guerras de religión: en Irlanda, en la ex Yugoslavia, en las puertas del Mediterráneo, en el espacio turco, los señalamientos, las prohibiciones y los ataques al derecho del libre pensamiento, son numerosos.

¿Es en nombre de esta realidad que habrá que imponer un Dios a estos Europeos víctimas de las carnicerías y de los “pogroms” modernos?

¿Es realmente necesario poner en desventaja un proceso que permite respetar su religión, abandonarla, cambiarse a otra, o bien de no estar obligado a pertenecer a alguna?

Los ciudadanos, hombres y mujeres libertad de elección, ¿deben regresar a las cajas etiquetadas en nombre de un suplemento del alma como práctica cotidiana?

El Gran Oriente de Francia recibe desde siempre ciudadanos libres, creyentes y no creyentes, en nombre de la Libertad de Conciencia. El respeto debido a todos aquellos que creen no debe convertirse en obligación para qiuenes piensan diferente.

Nosotros creemos más en la emancipación de las conciencias que en la salud de las almas, pero no por ello impedimos a nadie buscar el bienestar de un apoyo útil después de la vida. Nuestras promesas las hacemos en beneficio de los vivos, lo demás no nos incumbe en nada.

No se trata de no imponer un Dios, sean cuáles sean los argumentos utilizados; no se trata de dar un paso más hacia el reconocimiento de las diferencias. No se trata de ayudar tampoco a crear una Unión necesaria más allá de la Unión Europea. Lo que se nos ofrece solo mira hacia el debilitamiento, la reducción y la división. Tiende a reforzar los integrismos y los extremismos en una identidad cerrada que forzará la vida a la reproducción de la forma que prevalecía en la época de sus ancestros, anulando la esperanza de evolución o de cambio. La clonación religiosa no es más aceptable que la manipulación genética. Nosotros proclamamos la libertad de elección.

Le corresponde a las iglesias convencer, en la esfera privada, de la justeza y exactitud de su doctrina.

Le corresponde a los laicos garantizar la libre práctica del culto para aquellos que así lo prefieran y de preservar el espacio de libertad que merecen aquellos que se decidan por otras opciones.

Europa no está hecha para preservar la parte del mercado ofrecido por las iglesias; debe convertirse en el espacio natural de coexistencia voluntaria dentro del respeto de construcciones nacionales de Europeos y no Europeos verdaderamente libres.

Nosotros comprendemos la inquietud de las estructuras jerárquicas clericales que buscan mantener su grey. Les corresponde transmitir a la población un mensaje que suscite la adhesión a su doctrina.

Sería fabuloso que en este preciso momento las iglesias de nuestro tiempo se limitaran a aceptar el no comportarse como sectas condenadas al fracaso.

Imponer a Dios, a la iglesia, y a la religión en nombre de ideas deformadas no conlleva ningún beneficio ni para las iglesias ni para los creyentes. Al contrario, es el mejor medio para recrear la guerra de otras épocas y de resucitar conflictos internos inútiles y peligrosos.

Que nadie se equivoque! no se trata de tomar posiciones radicales, sino de afirmar la condición indispensable al éxito de la construcción Europea sin dogmas, en nombre de una voluntad y de una convicción reafirmada: la capacidad de los pueblos para elegir sin cortapisas.

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(Original en Francés)
LÄICITE

Il est toujours fascinant de constater à quel point la construction européenne, qui devrait d'abord se comprendre comme une dynamique, est le plus souvent bloquée par des poussées nostalgiques ou des réactions théologiques, au sens profond du terme. Que certains représentants des Églises ne puissent admettre une société qui laisse la liberté à chacun de croire ou de ne pas croire, dans une relation personnelle avec Dieu ou sans dieux, relève des figures imposées d'une digestion difficile ou d'une interprétation respectable mais limitée.

Si la France affirme la laïcité, sur la plus grande partie de son territoire, et dans des conditions de souplesse remarquable (y compris lorsqu'il s'agit de se présenter aux épreuves du baccalauréat avec un voile. en exigeant un correcteur féminin et accompagnée de son époux...), d'autres Etats européens ont choisi des voies similaires (laïcité au Portugal, libre examen pour la Belgique, séparation pour la Suède, suppression de la religion sur les cartes d'identité en Grèce...). La plupart des Églises catholiques sont d'ailleurs extrêmement " laïques " dans les pays d'Europe où elles sont minoritaires... Quel est donc le sens d'une revendication visant à intégrer la religion catholique, la chrétienté ou Dieu sans précisions dans le préambule de la future Constitution de l'Europe?

Lorsque les démocraties chrétiennes ont permis la création de ce qui deviendra l'Union, personne n'a estimé indispensable de retenir cette option, au nom d'une volonté commune de rassembler le Vieux Continent, encore meurtri de tant de guerres, civiles ou entre Empires. Il semble donc paradoxal, au moment où le gouvernement britannique propose de créer des cérémonies civiles alternatives aux options religieuses, que le débat européen se développe sur le mode de la régression.

Nul ne peut sérieusement remettre en doute l'importance historique de la place de la catholicité en Europe. Ni de celle des espaces protestants, juifs, orthodoxes, musulmans et humanistes laïques. Tous ces héritages ont permis à l'Europe, et au-delà de son territoire propre, d'affirmer une identité qui dépasse la somme de ses composantes. Les dernières guerres que l'Europe connaît sont encore des guerres de religion. En Irlande, en ex-Yougoslavie, à nos portes en Méditerranée, dans l'espace turc, les index, les interdits, les atteintes aux droits de penser librement sont nombreux. Est-ce au nom de ces réalités-là qu'il faudrait imposer un Dieu à ces Européens victimes des boucheries et des pogroms modernes?

Faut-il véritablement handicaper un processus qui permet de respecter sa religion, d'en changer, de la quitter ou de ne pas être obligé d'appartenir à aucune ? Les citoyens libres de leurs choix, hommes et femmes, doivent-ils retourner dans des boîtes bien étiquetées au nom d'un " supplément d'âme " qui ferait défaut ?

Le Grand Orient de France accueille, depuis toujours, des citoyens libres, croyants et non-croyants, au nom de la liberté de conscience. Le respect dû à celles et ceux qui croient ne pourrait devenir une contrainte pour toutes celles et tous ceux qui pensent autrement. Nous croyons plus dans l'émancipation des consciences que dans le salut des âmes, mais n'empêchons personne de rechercher le confort d'un soutien utile après la vie. Nos promesses sont effectuées au profit des vivants. Le reste ne nous concerne en rien. Il ne s'agit pas en imposant Dieu, quels que soient les arguments utilisés, de construire une Europe libre. Il ne s'agit pas de faire un pas supplémentaire vers la reconnaissance des différences. Il ne s'agit pas d'aider à la réalisation d'une Union nécessaire. Ce qui nous est proposé vise simplement à affaiblir, réduire, diviser. A recréer les conditions de troubles et de conflits communautarisés. A renforcer les plus extrémistes et les plus intégristes dans une identité fermée, qui forcerait à vie à la reproduction de la forme d'existence de ses ancêtres, sans espoir d'évolution ou de changement. Le clonage religieux n'est pas plus acceptable que la manipulation génétique. Nous proclamons la liberté de choix. Il revient aux Églises de convaincre, dans la sphère privée ; de la justesse de leur doctrine. Il appartient aux laïques de garantir le libre exercice des cultes pour ceux qui s'y réfèrent et de préserver l'espace de liberté de celles et ceux qui choisissent d'autres parcours.

L'Europe n'est pas faite pour préserver les parts de marché en réduction des Églises. Elle doit justement devenir l'espace naturel de coexistence volontaire, dans le respect des constructions nationales, d'Européennes et d'Européens véritablement libres. Nous comprenons les inquiétudes des structures et des hiérarchies qui cherchent à conserver des fidèles. Il leur appartient de faire passer un message qui suscite l'adhésion. Il serait extraordinaire que Ies Églises, à ce moment précis de notre histoire, se réduisent à accepter de ne se comporter que comme des sectes qui n'auraient pas réussi...

Imposer Dieu, l'Eglise, la religion au nom d'idéaux déformés n'est pas un service à rendre aux Églises ni aux croyants. C'est le meilleur moyen d'importer des guerres d'un autre âge et de ressusciter des conflits internes inutiles et dangereux.

Qu'on ne s'y trompe pas. Il ne s'agit pas, en prenant ici position, de s'arc-bouter sur une question de principe, mais d'affirmer la condition indispensable à la réussite de la construction européenne sans dogmes, au nom d'une volonté et d'une conviction réaffirmée ; dans la capacité des peuples à choisir sans contraintes.

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 LAICIDAD Y VALORES EN EL SIGLO XXI
R:. Logia ISIS, LUZ del SUR
Montevideo, 13 de mayo 6002


“Los intereses morales de la humanidad son hoy muy diversos de los que inspiraron las éticas clásicas, compuestas de cánones muertos, cuya función normativa se ha extinguido con el tiempo.  Hoy no es ayer, ni mañana será hoy; no es admisible que fórmulas legítimas para algún momento del pasado puedan considerarse intransmutables en todo el infinito porvenir. Los dogmatismos tradicionales son grillos que en vano pretenden paralizar la eterna renovación de los deberes y de los derechos.”
José Ingenieros.


Nuestra Logia suma sus esfuerzos para abordar el tema propuesto, participando con responsabilidad y entusiasmo, en la espera que pueda desarrollarse un debate abierto, profundo, fraterno, sostenido en el tiempo. El tema de la laicidad es de actualidad y pertinencia, y con este u otro nombre está planteado inevitablemente en la agenda de las escuelas iniciáticas y de todas las instituciones progresistas.  Nuestras humildes reflexiones procurarán relacionar este tema con las preguntas esenciales de nuestra Orden: ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?

En primer lugar debemos  aceptar que el abordaje de este tema requiere tomar conciencia de los cambios que han existido desde que este concepto surgió  en el siglo XVIII. El mundo ha cambiado mucho en estos tres últimos siglos. Hoy estamos en una época de globalización donde todo se acelera a una velocidad impresionante, a tal extremo que nos obliga a un esfuerzo permanente para conocer  la realidad de nuestro mundo actual. Tenemos un enorme bagaje de experiencias, de nuestra Orden como de las diversas sociedades, para sistematizar y evaluar,  para identificar con claridad, con sabiduría, con serenidad, lo que hemos de rescatar y reafirmar, lo que hemos de cambiar o mejorar. No obstante, en este debate que toma fuerza y vigor, hemos de garantizar que todas las ideas puedan expresarse libremente, desde aquellos que insisten en que “la religión es el opio de los pueblos” hasta los que afirman que “Dios es el gran Arquitecto del Universo”. Quizás unos y otros tengan algo de razón, pero ¿en qué aspecto, en qué plano?  Evitemos en lo posible, que en el afán de argumentar lo que entendemos por  laicidad, nos invadan el Taller las banderas de los partidos políticos o los sindicatos, pues estaríamos introduciendo el mundo profano en el espacio sagrado del templo donde debemos trabajar como escuela iniciática. Naturalmente, debemos reafirmar que aquí existe la libertad absoluta de conciencia, existe la libertad de participar, de expresar las ideas, pero también existe un mínimo de responsabilidad y de fraternidad para medir y sopesar lo que queremos decir. Todos tenemos lugar en nuestra institución, todos podemos y debemos contribuir a comprender mejor el mundo y al ser humano  en su complejidad. Que no haya excluidos y que nadie se sienta excluido, que la serenidad y la sabiduría posibiliten que el debate se desarrolle  en la necesaria fraternidad, para generar conjuntamente unas respuestas integradoras al desafío que hoy tenemos planteado.

Qué se Entiende hoy  por Laicidad?

La  gente común entendía habitualmente por  laicidad la separación de la Iglesia y del Estado y  el no inculcar por obligación una creencia religiosa. Probablemente, asociaba a esas ideas un conjunto de valores republicanos. Desde hace algunas décadas, la gente común no sabe muy bien que quiere decir y percibe ciertas posturas rígidas y dogmáticas en los defensores de la laicidad. A través de la investigación y la experiencia,  constatamos un claro debilitamiento de la práctica de la laicidad y de la vigencia del pensamiento laico en nuestras sociedades, y vemos que han perdido la capacidad de incidir como elementos progresistas, innovadores, creativos, removedores, fermentales, promotores de cambios, como lo fueran en otras épocas. Al mismo tiempo, también constatamos una búsqueda por actualizar, fortalecer, potenciar, regenerar, desarrollar su capacidad de incidencia en estos tiempos. Desde la perspectiva de la FM, se hace imprescindible iluminar con la verdad, con valores claros y firmes, la esencia misma de este concepto. Existen muchos materiales que refieren a los orígenes y a las implicancias más fuertes que tuvo en su época, pero hoy  consideramos necesario plantear la laicidad con los valores y los contenidos propios del siglo XXI. Debemos hacerlo con la mente y el corazón abiertos, con responsabilidad y sentido común, fraternalmente, como si todos estuviéramos sentados  en rueda bajo la sombra de un gran árbol,  involucrando a los más ancianos y a los más jóvenes, a hombres y mujeres, a todos lo que integran la comunidad. Y en algún momento, más tarde o más temprano entre todos preguntar ¿porqué las instituciones laicas se volvieron dogmáticas? ¿qué piensan los jóvenes y los niños de la laicidad? ¿qué dicen de este tema las comunidades indígenas, los mestizos, los negros, los mulatos? ¿qué enseñanzas podemos extraer de la experiencia de estos dos siglos? ¿cuál es o cuál debería ser la laicidad del siglo XXI? ¿qué valores y de que manera intervienen? ¿cómo, de qué manera los promovemos en la sociedad? ¿qué rol le cabe a la Francmasonería en todo esto? ¿cómo se vincula el ritual y el trabajo interno de la Francmasonería con la laicidad?

Rastrear los Orígenes de la Laicidad

El llamado iluminismo francés, y más particularmente la Francmasonería francesa  jugaron un rol primordial en la conceptualización de la laicidad y en su puesta en práctica.  No podría entenderse la laicidad sin la revolución francesa y todo lo que movió en las estructuras de las sociedades medievales y coloniales, particularmente las consecuencias que tuvo la separación de la Iglesia y del Estado, unidos en el poder terrenal durante muchos siglos .

Políticos, filósofos,  artistas, educadores, científicos promovieron una visión filosófica preocupada por asegurar mayores libertades para el ser humano. Es una época en la cual surgen y se desarrollan realidades nuevas,  como la sociedad democrática y republicana, la revolución industrial, el libre mercado, la escuela para todos, el Estado-Nación, los descubrimientos y teorías científicas, los movimientos socialistas, el surgimiento y desarrollo de la prensa escrita y de los libros, entre otras.

En la distribución de funciones formativas de niños y adolescentes en las sociedades de entonces, la familia como institución de base cumplió adecuadamente con la formación y la socialización inicial y otras instituciones  sociales y culturales la complementaron y  proyectaron a niveles específicos. En el nuevo marco institucional  de los Estados - Naciones, la escuela tuvo la función de educar y socializar en todos los aspectos universales, sobretodo con los valores republicanos emergentes, logrando por esa vía asegurar un adecuado nivel de cohesión entre los miembros de una misma sociedad. Recordemos que Europa salía de predominio católico y feudal, con una estructura de poder combinada entre los nobles y el papado y que la fuerza de la reforma, el proceso de urbanización, el desarrollo de la economía colonial, el surgimiento de la burguesía y las ideas iluministas generaron condiciones propicias para  un nuevo tipo de educación. (  ) Es suficientemente conocida la incidencia de las ideas de la FM en Europa y las tres Américas, en los siglos XVIII y XIX,  y más particularmente referidas a la laicidad.  El primer desafío fue democratizar el acceso a la lectura, a la información, y por esa vía, progresivamente, posibilitó a las grandes masas el acceso a los derechos ciudadanos. El tema religioso puesto fuera de la institución escolar, pasó a ser exclusiva responsabilidad de las familias, las cuales tuvieron la posibilidad de elegir si sus hijos tendrían o no una formación religiosa.

Decía Condorcet al respecto en 1791:  “La constitución, al reconocer el derecho que tiene cada individuo a elegir su culto, y al establecer una completa igualdad entre los habitantes de Francia, no puede permitir en la instrucción pública una enseñanza que, al ser rechazada por una parte de los ciudadanos, destruya la igualdad de las ventajas sociales y dé a determinados   dogmas particulares una superioridad contraria a la libertad de opiniones. Es, pues, rigurosamente necesario separar de la moral los principios de toda religión particular y no admitir en la instrucción pública la enseñanza de ningún culto religioso. Cada uno de ellos deberá ser enseñado en los templos por sus propios ministros. Los padres, cualquiera  que sea su opinión sobre la necesidad de tal o cual religión, podrán entonces, sin repugnancia, enviar a sus hijos a los establecimientos nacionales, y el poder público no habrá usurpado los derechos de la consciencia bajo el pretexto de ilustrarla.”

Profundizar Conceptos de Laico, Laicismo, Laicidad

En algunos medios, el laicismo ha sido definido como una corriente de pensamiento o doctrina, o también como un movimiento  de individuos “laicistas”  que procuran independizar  todos los servicios públicos  y en especial los educativos, de toda influencia dogmática. También se ha definido la laicidad como una condición surgida en un ámbito `laicista', sus valores y formas de pensar (se habla de una moral `laicista') y de un  actuar socialmente (métodos `laicistas'), lo cual si bien se expresa en una diversidad de opiniones, han tenido y tienen en común la búsqueda permanente de la convivencia social en el respeto del otro, del diferente, aceptando que cada uno puede y debe contribuir, al perfeccionamiento de la humanidad.

El llamado pensamiento laico, base de la laicidad, se desarrolló como un punto de vista integrado por un conjunto de concepciones y modelos teóricos y prácticos, asociados a principios y valores como libertad, libertad de pensamiento, libertad de expresión, tolerancia, pluralismo, independencia, antidogmatismo, solidaridad, división de poderes en el Estado, elecciones libres, etc. La laicidad ha sido impregnada desde sus orígenes por valores republicanos y humanistas, en armonía con la Declaración de Derechos Humanos, y por eso las instituciones laicas han defendido las libertades individuales y colectivas de todos los hombres y mujeres, sin distinciones de etnia, genero, nacionalidad, ideología, religión; ha promovido la solidaridad, la justicia, la equidad, la igualdad, en todos los planos de las actividades humanas; y ha promovido la fraternidad y la convivencia pacífica entre todos los seres humanos. La laicidad defendió la igualdad natural de los seres humanos, y el potencial de inteligencia y aprendizaje, de crecimiento y evolución común para todos. Se opuso a la imposición de una creencia o un dogma, a una verdad revelada que obligue a aceptarla por la fuerza. Por ello la laicidad ha sido durante dos siglos una actitud positiva y progresista ante la vida y las relaciones humanas. Es claro que en la historia, cuando aparecen los planteos totalitarios, los sectarismos, los dogmatismos, las dictaduras de cualquier tipo, la laicidad se debilita y pierde terreno. “Todas las creencias, alguna vez inspiraron nobles ejemplos de conducta, que constituyen un patrimonio moral común a toda la humanidad.”, señala José Ingenieros  y a su vez  recuerda que en el devenir de los siglos, “los pueblos se han apartado gradualmente de sus primitivas supersticiones, humanizando sus creencias y adaptándolas a condiciones sin cesar renovadas de la vida social.”

En esa misma perspectiva Paul Brunton señala que ”vivimos en una época  de ciencia aplicada: el conocimiento viene primero; la creencia es secundaria. Enfrentamos todos los hechos o acontecimientos del mundo con un inquisitivo:  “¿por qué?”. Existe una causa para cada efecto visible. Los viejos tiempos en que un suceso desconcertante se explicaba refiriéndose a la voluntad de Dios, o a la intervención de una ángel, han desaparecido, y han desaparecido para siempre. La verdad espiritual, por lo tanto, debe apoyarse en una base científica; no temer jamás ninguna pregunta, y no se  debe rechazar al investigador honesto llamándolo irreligioso o ateo porque busca la verdad antes de creer”.

Escuela Pública: Neutralidad Cuestionada

Históricamente, se ha definido que la escuela laica se ubicaba en una posición neutra frente a los temas conflictivos, como por ejemplo la existencia de Dios, de algo llamado alma o espíritu, sobre la vida y la muerte. No obstante, influida por el auge del materialismo vulgar, del hedonismo, el individualismo, el cientificismo, cuando no impregnada por ideologías cuestionadoras de los valores democráticos y republicanos,  la escuela como institución pública, ha ido tomando posición sobre muchos de esos temas y determinando los valores y la forma de pensar de las nuevas generaciones. Por cierto, la escuela y otras instituciones en las últimas décadas,   han sufrido las consecuencias de una confusión en los  roles sociales e institucionales, la inexistencia de referentes éticos y de límites claros, la crisis económica y el deterioro de las condiciones de trabajo y de vida de amplios sectores de la población, la globalización y los nuevos paradigmas, etc. No obstante, existen indicadores de resultados que muestran, en forma simplificada, el contenido de los mensajes recibidos y que resulta necesario analizar con atención. Ahora es muy común escuchar en las aulas que “el Hombre desciende del mono”,  “no existe nada después de la muerte”, ”el alma es un invento de las religiones, solo existe la materia”, “lo superestructural es sólo un reflejo de la base económica”, “lo único que importa es disfrutar de la vida y ser feliz”, “la ciencia lo puede todo”, ergo, “la medicina lo cura todo”, “hacé la tuya”,  “los políticos son todos ladrones, inservibles”, “la religión es el opio de los pueblos”, “el salario es tan bajo que más no puedo hacer”, etc. Cuando la intervención del educador en el aula, refleja excesivamente enfoques religiosos, ideológicos, políticos o gremiales, la llamada neutralidad se ha perdido.  Más allá de lo que cada uno pueda opinar sobre estos temas, el interés en señalarlos y analizarlos es porque cuestionan fuertemente el concepto de laicidad. La escuela pública elabora y reproduce un discurso moralizante, pero su práctica tiende a contradecir frecuentemente lo que dice. La escuela tiene un discurso laicista, pero en la práctica cuestiona y desvaloriza aquellos que tienen planteos distintos al oficial. En el aula, los educadores tienen dificultades para encontrar el equilibrio, para enseñar desde la neutralidad que surge de la laicidad, y asumen posturas sesgadas, confusas, parciales, cargadas con ideas y sentimientos que inevitablemente  influyen en sus alumnos.  José Ingenieros alertaba ya hace tiempo sobre el tema: “Deben ser rigurosamente excluidas de la dirección educacional todas las influencias políticas y dogmáticas.  Las primeras corrompen la moral de los educadores y rebajan el nivel de la enseñanza; las segundas conspiran contra la libertad de pensar y tienden a invadir el fuero de la conciencia individual.”

Hacia una Laicidad del Siglo XXI

La realidad del mundo muestra que las contradicciones principales no pasan hoy por la relación conflictiva entre el Estado  y la Iglesia. Ambas instituciones se han visto obligadas a aceptar los cambios que el mundo, la humanidad en su conjunto vienen procesando y buscan afanosamente por adaptarse.  Existe en nuestra sociedad y también en muchas otras,  un amplio reclamo para generar un acuerdo amplio que trascienda el marco de la tradicional educación pública, integrando nuevos valores, formas de pensar, experiencias, con nuevas relaciones entre las partes involucradas (instituciones de enseñanza y otras del Estado, Parlamento, Sindicatos,  alumnos, docentes, familias, partidos políticos, ONGs, empresas, etc.). Este acuerdo debería tomar la forma social de un nuevo `contrato educativo para el Siglo XXI”, acorde con la propia historia de la sociedad, con valores y principios universales y ubicado en el nuevo contexto del mundo. Esto supone concebir  la laicidad  como un principio activo e integrador.

La laicidad, orientada creativamente hacia el futuro de la humanidad, entendida en una visión de la educación integral, implica aceptar y potenciar el plano espiritual como uno de los planos de existencia del ser humano. Implica reconocer que existe un cierto número de valores universales, trascendentales, sobre los cuales vale la pena discutir, buscar un consenso entre todos. Implica asimismo, aceptar como punto de partida el principio de tolerancia, el  respeto por el otro, la igualdad de los géneros, la existencia de una pluralidad de formas de ver y concebir el Universo, el Ser Humano y la Vida, expresadas en muy diversas formas institucionales.

Por ello recibimos con agrado, las propuestas realizadas en la cuadragésima sexta reunión de la UNESCO, sobre las necesidades educativas a desarrollar en este tiempo, pues constituyen una plataforma acorde con los principios de la laicidad.  Implican el desarrollo de diversas capacidades,  en  la escuela, en la familia  y en todo ámbito de la vida, como por ejemplo: la capacidad para hacer frente a los cambios rápidos generados por la misma actividad humana; convertirse en ciudadano mediante la participación; defender y favorecer los derechos humanos; fortalecer una identidad basada en las mejores tradiciones; acceder a una diversidad lingüística en el respeto de la diversidad cultural; acceder a los conocimientos y al saber hacer valorando las repercusiones de los avances científicos; acceder y utilizar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

¿Cómo se Vinculan Laicidad y Valores?

El tema de los valores, y de la praxis de las virtudes, hace parte del aprendizaje inevitable del ser humano, en la medida que posibilita conocer e incorporar esos valores, traducirlos en actitudes y comportamientos prácticos, en hechos palpables. Desde el ángulo de la laicidad, este tema tiene aun mayor relevancia en la medida en que contribuye a fortalecer y a expandir la formación del ser humano como un ser integral, no solo considerarlo como un alumno de un centro educativo, también como hijo, potencialmente como ciudadano, padre, madre, trabajador, vecino, cónyuge, consumidor, espectador, etc.

Existe una relación activa y cotidiana entre la sociedad que somos y la sociedad que queremos construir, entre el ser humano que hoy somos y el que vamos haciendo con nuestro trabajo interior y las múltiples interacciones sociales. Desde una perspectiva de construcción de una sociedad que cultive y profese cotidianamente valores y virtudes de democracia, laicidad, pluralismo, respeto por el ser humano, equidad, respeto por la naturaleza, convivencia pacífica, etc., esto pasa fundamentalmente por vincular activamente la familia y la escuela.  Y al individuo (niño, adolescente, joven) con ambas, a partir de conocer los roles y funciones específicos que cada institución asume hoy en su diversidad. En ambos ámbitos se debe encarar seriamente la dificultad constatada para aceptar la existencia de normas reguladoras de la vida en sociedad y el profundo reconocimiento y  respeto por el `otro' como un igual y diferente, con todo lo que esto implica (tolerancia).  El `otro'  es el de la otra clase, del otro turno, es el vecino de la cuadra, el del otro barrio, otro sexo, otra generación, otro pueblo, otra religión, otro país, otra etnia, otra cultura. Esos `otros' tienen sueños, aspiraciones, intereses, ideas, opiniones, costumbres que no necesariamente compartimos y que muchas veces desconocemos. Pero además, debemos aprender a conocernos a nosotros mismos, a conocer ese `otro' que habita nuestro interior, a conocer y a reconocer nuestras fortalezas y debilidades (conócete a ti mismo). Para lograr cultivar valores de solidaridad, generosidad, cooperación, participación activa, trabajo en equipo, autonomía, etc., se requiere que cada niño o  joven logre desarrollar y potenciar su autoconocimiento, su autoestima, la confianza en si mismo, el valor del grupo,  y por esta vía recurrir a la escucha, al diálogo y a la búsqueda de instancias de negociación para solucionar conflictos por la vía pacífica. No se puede ser solidario o pacifista cuando ignoramos quienes somos o no toleramos al diferente. “Hemos logrado informaciones detalladas de casi todas las cosas debajo del sol; conocemos la actuación, las cualidades y las propiedades de casi todos los objetos y fenómenos de esta tierra. Pero no nos conocemos a nosotros mismos”.

La Escuela: Espacio de Integración

Como primer comentario fundamental, es menester dejar sentado que nada sustituye a la familia en su rol central de educador y formador. Si queremos formar una sociedad tolerante, justa, que busque superarse, ese ejemplo debe ser dado en la familia. Tenemos en nuestra sociedad muchos ejemplos donde se pretende que la Escuela sustituya a la familia en su rol formador. Es frecuente que los progenitores pretendan dejar en manos de otros (la televisión, los grupos de amigos, el jardín de infantes, la escuela) lo que es su tarea primordial. El concepto de laicidad que promovemos no sólo no excluye, sino que pone en primerísimo lugar a la familia como transmisor principal de valores.

Desde una perspectiva de la laicidad activa, la escuela debería posibilitar que cada uno pueda entender lo que es el ser humano en su diversidad y unidad, es decir, el ser humano en su integralidad. Somos parte del cosmos, pero también llevamos el cosmos en nosotros, somos singulares y, al mismo tiempo, tenemos casi la totalidad de la información del conjunto. La laicidad activa e integradora, debería permitirnos visualizar la institución educativa como una oportunidad para habilitar e integrar espacios, procesos y prácticas cotidianos de participación entre los diversos actores que están en juego. La institución potenciando su rol de mediación positiva de conflictos, de garante de la participación en la construcción de normas colectivas, contribuyendo a generar un adecuado clima educativo. Si los alumnos deben  aprender las reglas que indican lo que hay que hacer y el cómo hacerlo, es mejor explicar los porqué, para que puedan internalizar las razones que la motivan, para rescatar el sentido pedagógico que toda normativa debe tener. Ello implica considerarlos como seres humanos potencialmente aptos para aprender y actuar como seres que pueden hacer uso pleno de derechos y deberes y no como meros alumnos menores de edad, ignorantes, irresponsables, etc.

La laicidad activa e integradora debería ser palanca  para mostrar, enseñar, educir, al alumno su propia complejidad y potencialidad como ser humano, en lo individual y generacional. Dice Abraham Maslow en “El Hombre Autorealizado”, que al hombre no se le enseña a ser humano, aunque en su propia naturaleza exista un impulso hacia un ser cada vez más pleno y más humano. Siguiendo sus reflexiones, se puede afirmar que el rol de la escuela es en la práctica permitirle o ayudarle a realizar sus propias potencialidades que él posee en forma embrionaria y natural como miembro de la especie (creatividad, espontaneidad, conciencia propia, autenticidad, preocupación por otros y anhelo de la verdad). “La cultura es el sol, el agua y el alimento, pero no es la semilla “.

Existen muchas actividades, tareas u objetivos a desarrollar en los ámbitos  educativos, por todos los hermanos y hermanas, junto con otras muchas personas que se definen como laicistas, progresistas o simplemente sensibles a estos temas. Por ejemplo: Crear las condiciones institucionales para incorporar gradualmente al alumno como sujeto con derechos y responsabilidades. Promover valores de respeto a la individualidad y a la diferencia, de tolerancia y respeto del otro, de solidaridad, potenciar  la identidad generacional, la igualdad de género. Garantizar una educación básica que posibilite las competencias apropiadas para manejar los sistemas de códigos, de comunicación, de análisis de la información sobre el mundo. En ese sentido, señala Edgar Morin que es necesario educar a  niños y jóvenes a pensar por si mismos, a no esperar solo certezas como resultados del esfuerzo, educar también a manejar las incertidumbres; enseñar en qué consiste el conocimiento (precisamente lo que conlleva el riesgo de error y de ilusión), y en qué consiste el conocimiento pertinente, pues no basta con tener informaciones acumuladas, también hay que saber organizarlas y situarlas en un contexto. El poeta Eliot se refirió al conocimiento que perdemos en la información y preguntó, además, cuál es la sabiduría que perdemos en el conocimiento. También enseñar a comprender a los seres humanos.

Ello es sobre todo una dimensión intelectual que es fundamental desarrollar en cada individuo, pero ella sola no es suficiente para garantizar un desarrollo integral como ser humano. Una educación que pretenda integrar a los alumnos al contexto educativo y a la sociedad deberá también incorporar los ámbitos de la afectividad, de las emociones, de la sensibilidad, de lo espiritual, para lograr la construcción de valores, actitudes y comportamientos adecuados a una sociedad democrática y cada vez más humanizada y humanista. Existe una búsqueda en cada ser humano de su armonía interna, que luego se proyecta a la convivencia, la educación debe ayudar a hacer explícita esa búsqueda y potenciarla.

Laicidad como práctica

Es importante tener presente que no basta con hablar de laicidad, de una educación en valores, sino en lograr una práctica, una conducta acorde con los enunciados.  No importa tanto transmitir  conceptos teóricos sobre la buena moral sino dar la oportunidad a los niños y  jóvenes  para que la internalicen, para que hagan propios los conocimientos, valores y principios puestos en juego, que puedan constatar la relación entre los conceptos y  las experiencias en cuestión.

Debemos volver al concepto de virtud como valores encarnados en nuestras propias vivencias personales, en las cuales tiene sentido relacionar las intenciones de origen con los resultados. No siempre el actuar bien, o lo que se entiende bien, es una virtud, a veces se actúa presionado por las circunstancias y los resultados nos hacen aparecer como una buena persona, cuando en realidad, de haber podido habríamos hecho otra cosa. Una buena acción puede llegar a ser una virtud cuando existe una intención congruente, y queda claro que  ella implica un costo, un esfuerzo personal. Educar en valores de laicidad implica resaltar la significación de las virtudes, cultivar la congruencia entre el discurso y la práctica, entre lo que se dice y lo que se hace. Existen varias formas de encarar el tema de la enseñanza y el aprendizaje de valores, pero no hay nada mejor para enseñar la solidaridad que ser solidario, nada mejor para educar en la tolerancia que ser tolerante, nada mejor para mostrar la fraternidad que ser fraterno cada día. Sin duda todo lo que pueda aportar el educador con su ejemplo personal es un material insustituible. Pero seguramente, debamos considerar que todo ser humano tiene sus contrastes, sus claros y oscuros, sus defectos y sus virtudes, y que es necesario tener en cuenta otras formas de encarar este tema. Resulta muy difícil ser un ser humano equilibrado, ecuánime  y correcto en todo momento. Se debe abordar como tema el estudio de la naturaleza humana, tanto del profesor como de los alumnos, por lo cual el tema de virtudes y defectos aparece como componentes de la experiencia que no necesariamente es la del docente y bien puede ser la de los propios alumnos. Ello implica la capacidad de llegar a identificar situaciones prácticas, cotidianas y de interés del joven, dispuesto a compartirlas y abordarlas conjuntamente. Pero sobre todo implica concebir a cada  joven como un ser humano que tiene una experiencia de vida, que posee virtudes y defectos, y que se le invita a reflexionar y analizar esa relación, como parte de un aprendizaje para la vida.  Todo lo que aporte una experiencia práctica, es material didáctico para abordar el tema de los valores-virtudes, ya sea el educador, los alumnos, los medios de comunicación, los familiares, una obra de teatro, un texto literario, etc., diseñando y dirigiendo para ello actividades racionalmente estructuradas.

El deporte en la escuela: práctica de valores

Las actividades físicas, recreativas, deportivas requieren un espacio y un tiempo definido, seres humanos participantes y para desarrollarlas se requieren normas, reglas, principios y valores, adecuadamente ordenados. Cada juego o actividad pone de manifiesto un conjunto de valores que se administran en el desarrollo de la propia actividad (valores personales y sociales). Respeto por el otro, tolerancia, puntualidad, responsabilidad,  aceptación de las normas, disciplina, creatividad, persistencia, cooperación, trabajo en equipo, solidaridad, autonomía personal,  cuidado de la salud, etc. Estas actividades permiten además potenciar el conocimiento de sí mismo, el diálogo como forma de comunicación y resolución de diferencias, adquirir y afianzar hábitos higiénicos y alimentarios adecuados, reforzar la autoestima. Las actividades deportivas tienden a estructurarse y a organizarse con la finalidad de competir, con una educación específica que pone énfasis en las destrezas y habilidades, en base a fundamentos científicos (fisiología, bioquímica, psicología, etc.). En la competencia existe, por  lo tanto una base psicológica fuerte de agresividad y búsqueda del éxito, del triunfo, del reconocimiento. Entendemos esta agresividad como el estímulo emocional y mental para alcanzar determinados rendimientos en un contexto reglado por normas éticas claras, a diferencia del acto mismo de agresión física o psicológica, elemento negativo del comportamiento que requiere ser dominado, controlado, transmutado en un elemento positivo. Es aquí que actúan los valores, como muros de contención que tienen sentido en un contexto histórico determinado, ejerciendo una presión social a los posibles desbordes surgidos del exceso de entusiasmo o del enojo por los resultados de la competencia. Se dice que la competencia deportiva busca el triunfo, “ganar, siempre ganar”, mientras que la moral deportiva induce a emular el “juego limpio” y a superarse a sí mismo. En ciertos países se presentan algunos espectáculos con mucha agresividad visible, donde los contendientes se agreden sin límites, con un “todo vale” que enardece un público ávido de violencia. Eso es lo contrario que debe cultivarse. El potenciar los valores positivos en el ámbito escolar permitirá cultivar una moral y una ética de la emulación en estas actividades. Así pues, desde una visión educativa integral la competencia deportiva  es aceptable como un componente clave, a condición que exista una propuesta de valores para ser internalizados y puestos en práctica en las diversas actividades. Estas son oportunidades educativas que pueden contar con un buen nivel de interés por parte de niños y jóvenes y no se pueden desaprovechar.

Como en otras oportunidades, la Logia Isis apuesta a la creatividad, al desafío de la búsqueda. Trabajamos por una FM progresista, capaz de visualizar  al ser humano en su integralidad, reconociendo a  hombres y mujeres su capacidad de perfeccionarse, relacionando todos los planos o niveles de su existencia (físico, energético, afectivo, mental, espiritual). La laicidad ha sido, es y debe seguir siendo una fuerza liberadora del pensamiento creativo. Como principio fundado en valores republicanos y humanistas, que promueve la evolución del ser humano y de las sociedades, debe ser siempre un centro integrador de lo diverso, el lugar de convivencia creadora de la pluralidad, la permanente búsqueda de espacios compartidos que deben construirse y reconstruirse con voluntad y conciencia. La laicidad de hoy es unir lo diverso, integrar las múltiples manifestaciones de la diversidad. Esa diversidad es en sí misma una riqueza  y un potencial para ser uno (Kibalión). La laicidad activa es un medio  de la institución para llevar sus luces al mundo profano.  Trabajemos por un nuevo acuerdo social y educativo en el cual la laicidad del siglo XXI integre creativamente los valores espirituales.

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 LA LAICIDAD, LEY SUPREMA
Por Taslima Nasreen.

Nacida en Bangladesh, Taslima Nasreen realizó a la vez una carrera de médica y de escritora. Sus numerosas obras (novela, poesía y ensayo) han sido traducidas a unos diez idiomas (se han publicado en español: Hermana de Nupur, Seix Barral, 1999, y Vergüenza, Ediciones B, 1996). Dos de sus obras fueron prohibidas en su país, donde los tribunales islámicos lanzaron una fatwa en su contra, que la obligó a exiliarse en 1994. Ha recibido numerosas recompensas, entre las que cabe citar el Premio Sajarov del Parlamento Europeo.

Mientras una sociedad se base en la religión y la ley no reconozca la igualdad de los sexos, no creo que la política pueda favorecer la causa de las mujeres.

Todos los días hay mujeres víctimas de violaciones, de tráficos, de ataques con vitriolo, de asesinatos por insuficiencia de la dote y de otras formas de tortura. Al iniciarse este nuevo siglo, en numerosas regiones del mundo las mujeres aún no son consideradas como seres humanos a carta cabal. La religión y el patriarcado siguen ejerciendo un control absoluto sobre sus vidas, justificando una opresión ancestral. En algunos países del sur de Asia, esa dominación incluso se ha acentuado.

No creo que pueda haber igualdad en una sociedad dominada por la religión. Los países occidentales preconizan el desarrollo económico para disminuir las desigualdades. ¿Arabia Saudí no es acaso un país desarrollado? Sin embargo, allí las mujeres están privadas de todo tipo de derechos. Es imposible que coexistan la religión y la libertad de expresión, la religión y los derechos de la mujer, la religión y la democracia. Por eso, para mí la religión es el peor enemigo de la emancipación femenina.

Para lograrla debemos actuar en varios frentes y, como primera prioridad, mejorar el acceso a la educación. En Bangladesh 80% de las mujeres son analfabetas. Durante siglos se les dijo que eran esclavas de los hombres. Es muy difícil cambiar su mentalidad, lograr que cobren conciencia de su opresión, darles sentido de independencia. Todo esfuerzo educativo ha de ir unido a la constitución de un movimiento femenino laico dentro de la sociedad: no estoy segura de que se pueda hacer gran cosa desde el exterior, salvo denunciar en los medios de comunicación las atrocidades que constituyen el pan de cada día de demasiadas mujeres.

En los países musulmanes este movimiento surge tímidamente: algunas feministas procuran luchar por la abolición de las leyes religiosas y la elaboración de un código civil. Su margen de maniobra es estrecho. Deben contemporizar con diplomacia con los integristas, hombres y mujeres, y tratar de avanzar paso a paso. La gente aún no está preparada para abandonar las leyes religiosas que rigen toda la vida social, de la educación a la salud, en el trabajo como en el hogar.

Para que la condición de las mujeres cambie, se necesitará que dirigentes esclarecidos adhieran al principio de la igualdad. En mi país, las mujeres que alzan la voz no son respaldadas por los líderes políticos, hombres o mujeres. En países en que las mujeres realizan una actividad política, e incluso son jefas de Estado, ¿se han emancipado por eso las ciudadanas? Debido al peso del pasado, esas responsables siguen apoyando las medidas que oprimen a las mujeres. Y no se comprometen ideológicamente para que la situación cambie. En Asia Meridional la mayoría de las mujeres que llegan a ser jefas de Estado son creyentes y adhieren, como los hombres, a los valores religiosos del orden establecido. Soy víctima de un Estado cuyo Primer Ministro es una mujer. Y porque fui demasiado lejos en la denuncia de la religión y de la opresión de las mujeres tuve que dejar mi país.

Hubo mujeres que se alzaron en mi contra cuando hablé de derechos humanos. Según ellas, Dios no reconoce tantos derechos a la mujer. Pero conocí en mi país hombres que rechazan lo que dicen los textos religiosos y creen en la igualdad entre hombres y mujeres. La actitud frente a este problema no depende del sexo, sino de la conciencia de cada cual. Está claro que para mejorar el destino de las oprimidas no se podrá contar con las musulmanas que están contentas de llevar el velo y que glorifican su sumisión.

Mientras una sociedad se base en la religión y la ley no reconozca la igualdad de los sexos, no creo que la política pueda favorecer la causa de las mujeres. En los países occidentales, las mujeres reciben educación, son tratadas en pie de igualdad y pueden trabajar. En ese contexto, su representación política tiene sentido.

Educación, un movimiento feminista laico, dirigentes políticos de ambos sexos comprometidos en favor de la igualdad y la justicia, he ahí lo que necesitaremos para cambiar las terribles condiciones que soportan demasiadas mujeres. Ello tomará mucho tiempo, pero trabajamos en ese sentido.

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 LA LAICIDAD NO IMPLICA EL FIN DE LO SAGRADO
Entrevista a Luc Ferry (Declaraciones recogidas por Anne Rapin)

* Luc Ferry es profesor de universidad y presidente del Consejo Nacional de Programas, encargado de elaborar la reformas de enseñanza básica francesa. Su obra anterior, El Nuevo Orden ecológico (editado en Francia en la edit. Grasset, Le Nouvel Ordre écologique, 1992) ya había disfrutado de gran éxito entre un público general. Sus libros están traducidos a una quincena de idiomas (alemán, inglés, coreano, español, húngaro, italiano, japonés, noruego, polaco, portugués, ruso, serbocroata, sueco, turco, etc).

Label France:
Luc Ferry es uno de esos nuevos filósofos franceses, a la vez profesor de alto nivel y ensayista, capaz de llegar al gran público, al igual que André Comte-Sponville. El éxito que ha conocido en Francia su última obra "El Hombre, Dios, o el Sentido de la vida" confirma las tesis del autor que estima que hoy más que nunca la pregunta sobre el sentido de la vida es crucial en las sociedades democráticas y laicas modernas.
¿Por qué piensa usted que el movimiento de laicización es irreversible en Occidente?
Luc Ferry: El rechazo de los dogmas, es decir, del argumento de autoridad, la reivindicación de autonomía y de libertad de conciencia, la emancipación de lo político respecto a lo religioso y la labor de zapa de las tradiciones que se ha llevado a cabo desde hace más de tres siglos en Europa, y que caracteriza la laicidad, es un trabajo tan fundamental que en muchos aspectos es irreversible. Al menos tanto como la propia democracia.

El individuo moderno, que se sabe único e irremplazable, está más desprotegido que antes frente a la muerte, la vejez o el dolor, carentes de sentido. ¿No teme usted que frente a la angustia inédita que deja el ocaso de las grandes religiones y de las utopías, cada vez más personas se refugien en ideologías intolerantes, pero portadoras de certitudes?

Ciertamente existe una carencia de sentido en las sociedades occidentales actuales que puede inducir a fenómenos sectarios o fundamentalistas, pero pienso que son relativamente marginales en el territorio europeo por estar desacreditados. Pienso en realidad que la principal amenaza que pesa sobre nuestra democracia reside en su incapacidad para justificar contundentemente su propia política. Por eso en mi libro evoco la idea de que la política no puede basarse únicamente en motivaciones de tipo técnico.

En efecto, lejos de pensar, como muchos, que el recogimiento en la esfera privada implica desertar de la esfera pública, usted ve en ello una condición para enderezar la política y relanzar los proyectos colectivos.

Exactamente. No se trata de separar la razón de la política, es decir dejar de tener en cuenta las obligaciones. Está claro, por ejemplo, que vamos que tener que entrar en un asunto que se llama la moneda única y que los ciudadanos de Europa deberían comprender lo que eso significa. Ya que ello implica obligaciones muy concretas. La razón tiene pues un papel, pero también estoy convencido de que en los próximos años no se podrá fundar una política, especialmente de sacrificio, justificándola únicamente mediante obligaciones. Habrá que encontrar otras motivaciones. Por eso, la idea de una política del sentimiento me parece la única esperanza, podría ser la ocasión de devolverle a la ley su dimensión concreta.

Porque a ese famoso repliegue en la esfera privada del que tanto se habló durante los años 80, le falta mucho para conseguir que triunfe el egoísmo. La sacralización de las relaciones afectivas privadas, que marca el desenlace de cualquier historia de la familia moderna, viene también acompañada por una preocupación inédita de justicia universal, y por un extraordinario potencial de simpatía, que podrían ser utilizados, en el buen sentido de la palabra, para fundar grandes proyectos políticos.

Y que encuentra su plena expresión en la acción humanitaria, esa exigencia nueva de solidaridad con toda la humanidad...

Sean cuales sean las críticas legítimas que recibe el cariz público de lo humanitario y la denuncia de la coartada que puede constituir para políticas ineficaces, pienso que la acción humanitaria constituye un gran avance. En Francia, detrás de algunos nombres muy conocidos se esconden cientos de miles de voluntarios anónimos que trabajan en organizaciones caritativas. La acción humanitaria laica es una invención reciente que testimonia esta divinización humana, ahora considerada sagrada como tal, hasta el punto que en ocasiones prima sobre la sacrosanta soberanía de los Estados, mediante el derecho de injerencia.

La acción humanitaria podría resumirse mediante el famoso precepto cristiano reformulado así: "No dejes hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti". Este se inscribe en la línea de la filosofía contemporánea, que lleva la experiencia del prójimo al núcleo de la conciencia moral. Tal vez nunca hayamos alcanzado antes tal grado de conciencia de responsabilidad de cada uno de nosotros respecto a los demás, aquienes vemos como nuestro alter ego por encima de cualquier filiación étnica, religiosa o cultural.

La familia moderna es uno de los fundamentos de la laicidad.
Pareja en un paisaje azul (1969-1971) de Marc Chagall.

Usted ve en el nacimiento del amor moderno, con el paso a una sociedad individualista e igualitaria a partir del siglo XVIII en Europa, el origen de ese amplio movimiento de divinización de lo humano, que más que suprimir la noción de lo sagrado, la desplaza hacia el hombre...

El aspecto humanitario es inseparable del nacimiento de la familia y del amor moderno, es decir, del matrimonio por amor, que introduce el sentimiento entre los esposos y entre padres e hijos. El amor por los de la familia es esa meditación que permite acceder a lo universal. En las historias políticas, siempre se ha insistido en que la ideología de los derechos humanos, el nacimiento de la ciencia y del derecho moderno son los pilares de la laicidad, que es la emancipación del individuo respecto a las tradiciones, particularmente religiosas. No se ha caído lo suficientemente en la cuenta de que esta historia no hubiera tenido lugar sin una poderosa motivación. Si nos hemos hecho laicos, no es sólo porque nos convenció la belleza de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, sino también porque en la realidad de la vida cotidiana de las familias, los individuos se emanciparon del peso de las tradiciones en el plano sentimental. Rechazaron el matrimonio organizado desde el exterior por las comunidades parentales, comunales...  Esta reivindicación individualista de elegir a la pareja con la que se quiere vivir, y, con la aparición del sistema salarial, elegir también el trabajo que se desea desempeñar, intervino en el proceso de laicización. Dos factores de emancipación de los individuos que han sido subestimados durante mucho tiempo, excepto por los historiadores de las mentalidades. No son sólo los valores formales, abstractos, los que construyen la historia, yo creo que la historia no se hace sin motivaciones reales, "sustanciales".

¿Qué lugar le deja a la religión su humanismo laico y espiritualista, que enlaza con los valores cristianos pero los funda en la experiencia íntima de lo sagrado a través del amor?

Se puede ser creyente sin ser hostil a la laicidad. De la misma manera que se puede ser agnóstico, como es mi caso, sin rechazar por ello la idea de lo sagrado -es la tesis de mi libro- ni siquiera la legitimidad de una interpretación propiamente religiosa de lo sagrado. Yo he tomado lo sagrado en un sentido muy concreto, como "aquello por lo que uno podría sacrificarse", un valor contemplado como superior a la propia vida.

Pienso que estamos en una fase en la que tal vez se concede a lo sagrado más importancia que nunca. No es que lo sagrado subsista como superviviente, sino que más bien lo descubrimos bajo formas inéditas, inauditas, especialmente a través del amor en la familia moderna.

El humanismo espiritualista tiene en común con lo religioso que reconoce el misterio del hombre, de su propia conciencia, su estatuto único y extraordinario, su vocación moral y hace del amor por el prójimo y del hombre en sí mismo, más allá de él, una experiencia capaz de dar un sentido a la vida. Por eso pienso que una interpretación crítica de este concepto de lo sagrado, especialmente de la experiencia del amor moderno, es totalmente legítima y podría incluso ayudar a los creyentes a comprender. Lo que verdaderamente ha cambiado es el lugar del individuo respecto a la religión. En las sociedades tradicionales, la religión precedía al individuo y se le imponía desde el exterior, mientras que lo sagrado con rostro humano, que describo en este libro, es un aspecto sagrado que está pensado a partir del hombre y emana de nuestras experiencias vitales. Estos valores de amor y de respeto del otro, considerado como fin y no como medio, ya no le vienen impuestos desde fuera, sino que el propio individuo siente libremente en su conciencia que son necesarios. Interiorizada de esta manera, la moral tiene un valor superior. En este sentido, pienso que el universo laico e individualista, que le deja al hombre toda la libertad, es tal vez el más apropiado para lograr que desarrolle plenamente su vocación moral.

Dios ya no es indispensable en este humanismo moderno. ¿Y el Diablo?

Creo que a partir de la experiencia de lo sagrado, como yo lo entiendo, lo divino en cualquier caso es indispensable. Pero lo divino no es la existencia de Dios, como un viejecito barbudo escondido entre las nubes. De hecho, ¿qué queremos decir concretamente cuando nos referimos a Dios? En cuanto al Diablo, piense sencillamente en esto -que en mi opinión es el fondo de la cuestión y que ya expuse en El Nuevo Orden ecológico. Y es que lo que diferencia fundamentalmente al animal del ser humano no es, contrariamente a lo que decía Descartes, la inteligencia, ni la afectividad o la sensibilidad, sino el hecho de que globalmente y hasta que se demuestre lo contrario, el animal no está "de más" en relación a la naturaleza. Es decir, que está programado por eso que antes se llamaba instinto, y que después de todo el individuo cuenta poco respecto a la especie.

En cuanto al ser humano, que en parte es también animal, es capaz de evadirse de su programa natural. Puede cometer excesos hasta morir por ellos, actos totalmente desinteresados, es decir fundamentalmente antinaturales, pero puede asesinar o torturar. Aunque el animal mata, no tortura, en los animales no existe el sadismo. Evidentemente existe una crueldad objetiva pero independiente del bien y del mal. El hombre por su parte, puede convertir el mal en objetivo y disfrutar haciéndolo. Y esta capacidad se explica en él por su libertad. Las religiones tenían una palabra para designar esta capacidad increíblemente inventiva de hacer daño, era el demonio. La cultura laica no dispone de una palabra para denunciar el lado propiamente demoníaco del mal, es decir, el hecho de planear el mal.
El discurso contemporáneo de las ciencias humanas ha intentado reducir el fenómeno del mal a los determinismos bio-socio-históricos y al contexto. No creo en esas interpretaciones porque creo en la libertad humana. Tememos tanto al mal porque sabemos que es una de las posibilidades de expresión humana. Y creo que nos convendría reconocer que el mal habita en cada uno de nosotros, para aprender a defendernos mejor de él. Aunque hayamos conseguido interiorizar la idea de Dios, todavía nos falta hacerlo con la del Diablo...

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LA LAICIDAD COMO PRINCIPIO FUNDAMENTAL
DE LIBERTAD ESPIRITUAL Y DE IGUALDAD
Henri Peña-Ruiz
Madrid, 18 de Noviembre 2000

Introducción.

Unos hombres creen en Dios. Otros no. La libertad supone el carácter facultativo de la religión o del ateismo. Por eso se empleara aquí el termino genérico de " opción espiritual ", que no favorece una versión u otra de la espiritualidad. La igualdad supone la neutralidad confesional del Estado, y de las instituciones publicas, para que todos, creyentes y no creyentes, puedan ser tratados sin privilegio ni estigmatización. Así se alcanza la mayor justicia en el tratamiento de las diversas opciones espirituales. La separación del Estado y de toda iglesia no significa lucha contra la religión, sino, meramente, vocación a la universalidad, y a lo que es común a todos los hombres mas allá de sus diferencias. Las diferencias no resultan negadas, sino que pueden vivirse y asumirse libremente en la esfera privada, que se exprese esta al nivel individual o al nivel colectivo (la confusión entre dimensión colectiva y carácter jurídicamente publico es un sofismo, pues asimila lo que es común a ciertos hombres y lo que es de todos).

Libertad, igualdad, universalidad, y por fin autonomía de juicio de cada ciudadano, fundamentada en la instrucción laica: tales son los valores y principios esenciales de la laicidad. Así se contesta claramente a las preguntas básicas de la filosofía política. ¿Cómo unir a los diversos creyentes y a los ateos sin que ninguno sea favorecido ni inferiorizado por su opción espiritual? Y ¿qué consecuencia para el sistema escolar? Estas dos preguntas servirán de hilo conductor para recordar el sentido y el valor del ideal de laicidad, tratando de rechazar algunos malentendidos que enturbian su comprensión.

Antes de todo han de precisarse aquí cuestiones de terminología, pues las palabras no son inocentes. Se trata de saber si es preferible hablar de libertad religiosa o de libertad espiritual. ¿Cuál es el concepto más adecuado? El de libertad religiosa parece ambiguo. Diríamos mas bien libertad de tener o no una religión, y de expresar libremente esta opción espiritual. Pues la libertad no es en si misma religiosa o atea: es facultad de elegir sin obligación una versión determinada de la espiritualidad. Por eso parece mas adecuado el concepto de libertad espiritual. Esta libertad espiritual forma parte de la esfera privada, o sea jurídicamente independiente y libre de toda intervención del poder temporal. Privado no se confunde con individual, ya que incluye la dimensión colectiva de asociaciones religiosas o filosóficas formadas por personas que eligen una misma opción espiritual. Entonces no se puede admitir el sofisma antilaico de los que reclaman un reconocimiento publico, en el plan jurídico, de las religiones, con pretexto de su carácter colectivo.

La libertad consiste en la posibilidad de elegir las referencias espirituales, lo que implica disponer de ellas, y no de ser, en principio, totalmente condicionado por ellas. Desde este punto de vista, la escuela laica ha de diversificar las referencias al mismo tiempo que las estudia con distancia: no se trata entonces de destruir un ambiente espiritual familiar, sino de abrir el horizonte.

Principios: el ideal de laicidad.

Concebir un Estado laico, es fundamentar la ley sobre lo que es común a todos los hombres, o sea el interés común. El laos, en griego, es el pueblo en su unidad, sin privilegio de algunos sobre los demás. Lo que excluye toda dominación fundada en un credo impuesto a todos por parte de algunos. Se puede llamar clericalismo la tendencia a establecer un poder temporal, con dominación de la esfera publica, con pretexto de la dimensión colectiva de la religión. El "anticlericalismo" atribuido a la laicidad no permite definirla, pues solo es una consecuencia negativa del principio positivo que constituye su esencia: unir a todos por lo que alza a cada uno: la libertad y la autonomía de juicio que la fortalece. Si un clero se opone concretamente a tal exigencia, el anticlericalismo sólo es la respuesta a tal oposición. En ningún caso se ha de confundir la laicidad con la hostilidad a la religión.

La laicidad es la devolución de la potencia publica a todos, sin distinción. Descansa en dos principios esenciales: libertad radical de conciencia, e igualdad desde todos los puntos de vista de los ciudadanos; jurídica, política, simbólica, y espiritual. La republica laica es de todos, y no de los creyentes sólo o de los ateos sólo. Por eso ha de ser confesionalmente neutral. Por eso también no se afirma en el mismo plano que las diversas opciones espirituales, pues permite fundamentar su coexistencia justa. Desde este aspecto, la laicidad trasciende las diversas opciones espirituales, recordando a los hombres que la humanidad es una antes de especificarse en creencias. Así que es también un principio de fraternidad.

Se ha de notar que esta neutralidad no significa que el Estado laico este vacío de valores, pues descansa en una elección ético-filosófica de principios que no son cuales quiera. Fundados en los derechos más universales del ser humano, libertad e igualdad, permiten una unión verdadera que no impide las diferencias, sino que organiza la convivencia fraternal de los hombres, capaces de vivirlas con distancia suficiente para no estar alienados por ellas. La laicidad pone de relieve lo que une a los hombres antes de valorar lo que los divide.
Este tipo de fundamentación ya no privilegia un particularismo, y por eso mismo permite que convivan en un cuadro jurídico común los particularismos, proporcionando un espacio de diálogo, pero también unos valores y un lenguaje comunes para inscribir todo debate en un ambiente y un horizonte de auténtica ínter comprensión. El peligro no es la expresión de las diferencias, sino la alineación a la diferencia, pues esta puede resultar un calabozo donde se olvida la humanidad de los demás.

Tampoco se puede reducir el Estado laico a un mero cuadro jurídico, pues ha de promover lo que fortalece en cada futuro ciudadano la libertad de conciencia. Esta no sólo es independencia hacia todo tipo de tutela, sino más radicalmente y positivamente es autonomía, o sea facultad de darse a sí mismo sus pensamientos y sus leyes, (recordemos el texto de Kant: "¿Qué son las luces?". Tal facultad corresponde al nivel individual a la soberanía democrática del nivel colectivo.

La autonomía se construye en una escuela laica, lo que no significa antirreligiosa, pero, sencillamente, libre de todo grupo de presión("lobby") que sea religioso, ideológico o económico. Los fines de esta escuela, lo veremos, son de cultivar el gusto de la verdad y de la justicia, y un racionalismo crítico irreducible a un cientifismo ciego al sentido. Lucidez hacia toda captación ideológica, usando de la sospecha critica, pero no relativismo ciego, que quita a los hombres los motivos de resistir o de admirar.

Laicidad no significa relativismo que con pretexto de tolerancia todo lo admite y lo considera igual. Entre el racismo y el reconocimiento de la dignidad igual de todos los pueblos, no hay tolerancia que valga: hay que escoger su campo. Lo que se ha llamado mas arriba por "elección ético-filosófica". Se podría decir que la neutralidad del Estado laico al nivel de las opciones espirituales tiene como base esta elección.

Republica laica y religiones.

La laicidad no es la hostilidad a la religión como opción espiritual particular, sino la afirmación de un Estado de carácter universal, en el que todos puedan reconocerse (en Francia, la alegoría de la republica, Marianne). Es incompatible con todo privilegio temporal o espiritual dado a una opción espiritual particular, que sea religiosa o atea. La polémica de los partidarios de un privilegio publico de las religiones contra el laicismo descansa a menudo en mala fe. Se refiere a la confusión entre hostilidad a la religión como postura espiritual y rechazo del clericalismo como voluntad de dominación temporal. Atribuye al ideal laico lo que no es de él. Este ideal es positivo, y no reactivo: cuida y pone de relieve lo que es común a todos los hombres, mas allá de sus diferencias. Y por esto conduce a rechazar el clericalismo, no la religión.

En Francia, marcada por las guerras de religion y una dominacion clerical muy fuerte de una religion, la ley del año 1905 de separación del Estado y de las iglesias fue acogida como una verdadera liberación, y un progreso auténtico de la igualdad, tanto por las religiones dominadas como por los librepensadores. Algunos políticos que llevaron al cabo esta separación eran ellos mismos creyentes, pero no confundían la dominación temporal y la postura espiritual. Se ha de notar que en los países anglo-sajones, los católicos, dominados por los protestantes, son favorables a la laicidad y los protestantes no: situación inversa de los países bajo dominación católica, donde muchos protestantes están a favor de ella. Esta observación se puede meditar.

Finalmente, no es paradójico el hecho evidente de que es en los países laicos donde las religiones son las más libres, disfrutando a la vez de la igualdad de estatuto y de la libertad de desarrollo con la única condición que respeten, como lo han de hacer también las espiritualidades de inspiración atea, la neutralidad confesional de la esfera publica, garantía para que desempeñe su papel propio de cuidar el bien común, o sea lo que une a todos, y no sólo a algunos.

Derecho : separacion de lo politico y de lo teologico.

Spinoza recuerda que la confusión o la mera vinculación de los poderes teológico y político desemboca en la alteración de ambos (capítulos XVI a XX del Tratado Teológico-Político). La espiritualidad, en vez de quedarse en opción religiosa libremente consentida, y trabajo libre del pensamiento, decae en dominación temporal, y la potencia pública ya no merece su nombre, pues ya no lo es, poniéndose al servicio de algunos en vez de servir a todos.

El derecho laico no se fundamenta solo en la tolerancia, si recordamos que la libertad de cada conciencia se ha de reconocer y ejercer como una dimensión originaria del hombre, y que entra en su dignidad. Tal libertad, constitutiva de una vida conforme con las potencialidades mas altas de la humanidad, no ha de depender de una autoridad que la tolera, sino que ha de ser afirmada como un derecho naturalmente inscrito en cada ser.

Se puede hablar de la necesidad de una ética de la tolerancia entre los seres humanos, con una significación positiva de capacidad de respetar a la persona del otro, de dialogar con ella excluyendo toda postura de agresión, y sabiendo entender lo que es el punto de vista ajeno. Tal actitud no implica aceptación u aprobación de dicho punto de vista. Respetar el derecho de creer, y al creyente, no lleva a exigir por eso que no se pueda criticar ya una religión o una ideología: sino, se cae en el "políticamente correcto" como antaño en el "religiosamente correcto", Y no se tarda por andar de nuevo en el "orden moral" (ordre moral). Respetar al creyente no implica respetar su creencia. El derecho a la ironía, a la sátira, a las formas literarias y artísticas como filosóficas, del debate de ideas y creencias, es importante para la salud de la democracia. No se ha de restaurar cualquier forma de censura o de "index librorum prohibitorum".

A pesar de sus connotaciones positivas, o quizás por ellas, el termino de tolerancia es ambiguo, pero valido tanto en el campo de la ética como del civismo. Etimológicamente, tolerar es padecer, o soportar que algo se haga libremente ( latín tollo: soporto). La tolerancia supone, como lo notaba el revolucionario Mirabeau, una autoridad que hoy tolera pero que mañana puede no tolerar ya. El inconveniente es evidente en esta problemática: la libertad, en vez de ser originaria, decae en el estatuto de algo que depende de una instancia externa. En Francia, el rey Louis XIV dejo de tolerar lo que Henri IV había tolerado, revocando el famoso Edit de Nantes que permitía cierta coexistencia de los protestantes y de los católicos, siendo los últimos tenientes de la "religión oficial" y los primeros las ovejas perdidas que ven reconocido el "derecho al error". En España, la tragedia de los conversos por fuerza recuerda de manera equivalente el peligro de una religión impuesta como referencia obligada. En este caso extremo, que puede compararse con las violencias de las "dragonadas" de Louis XIV, tocamos a lo peor. Dos sentencias a comparar. " Un roi, une loi, une foi. " (Louis XIV). " En España, uno es católico o no es nada " (Franco).

Este análisis, claro, no tiene como consecuencia de rechazar la tolerancia, sino de concebirla más bien como una disposición ética a cultivar entre seres reconocidos en su total igualdad y libertad de conciencia, que sepan escucharse y dialogar admitiendo la expresión de la diferencia.

Es fundamental entonces la distinción entre la esfera pública, que ha de ser de todos y por eso aconfesional (neutral) y la esfera privada, en la que han de ser totalmente libres las opciones espirituales. No se trata de negar la dimension colectiva de la religión, sino de dejar de confundir lo que es de algunos y lo que es de todos. El pretexto de la dimensión social de la religión podría tener como pendiente el pretexto de la dimensión social del libre pensamiento o del humanismo ateo. Una reunión de librepensadores, o una misa, es un fenómeno colectivo, pero jurídicamente privado. Es público juridicamente lo que es verdaderamente de todos, y permite unir sin obligar.

Cultura e identidad colectiva. Ambiguedades

Ahora, se ha de tomar en cuenta la objeccion corriente de la referencia a la noción controvertida de identidad colectiva . Al ideal laico, muchos oponen que serìa abstracto, pues negaria la importancia de los factores colectivos de identidad, como la religión que une un grupo humano en una memoria y en tradiciones cuyo carácter puede ser constitutivo de la personalidad como de la identidad. Para contestar esta objección, es necesario recordar la ambiguedad de la noción de cultura, y subrayar el problema jurídico y filosófico de la elección del tipo de sujeto jurídico que se ha de reconocer: el individuo, o el grupo ?

La noción sociológica y etnográfica de cultura tiende a recoger el conjunto de costumbres, de maneras de ser, de formas de sensibilidad, y el patrimonio espiritual, estético y artístico de un grupo en un mismo concepto. Con el doble inconveniente de una aprehensión estática, y de una mezcla de elementos muy diferentes. ¿Qué es lo que entra en la "cultura cristiana"? ¿La catedral de Burgos? ¿La pintura del Greco? ¿El tradicional machismo que descansa en la legitimacion bíblica de la dominación del hombre sobre la mujer? ¿La confusión tradicional de la sexualidad y de la procreación? Y, ¿qué es "respetar" esta "cultura": ¿admitir las normas de poder que ha vehiculado ?, o ¿separar el patrimonio espiritual de estas, para poder admirarle sin someterse a representaciones controvertidas ? Recordemos que etimológicamente el sentido crítico es el sentido de lo que se ha de distinguir.

Aquí puede intervenir el concepto filosófico de cultura, conforme con el humanismo mas exigente. La cultura es el proceso de mejora de un dato bruto por un trabajo de reapropriación distanciada. Coincide esencialmente con la libertad. Libertad de examinar y de juzgar, sin servidumbre hacia la tradición, ni a cualquier autoridad que pretende imponerse por si misma. Esta cultura es principio de movimiento, y conduce a veces a criticar tal o tal rasgo de las culturas tradicionales. Una mujer musulmana que no quiere velarse la cara no "traiciona" su cultura, sino que da a entender su libertad de escoger, en su cultura, lo que le parece legítimo, distanciandose de lo que no. Una mujer cristiana que lucha por la igualdad estricta con los hombres hace lo mismo.

No olvidemos la dimensión emancipadora de la cultura así entendida, con pretexto de respetar las culturas tradicionales. Pero tampoco rechazemos ciegamente estas, o sea sin distinguir en ellas lo que merece consideración como busca del sentido y testimonio espiritual. Las confesiones de San Agustin pueden conmover y hacer pensar a todos los hombres, creyentes o no, si se consideran como obra cultural que intenta expresar la condición del hombre y su esfuerzo para darle sentido. Igual lo hace la lectura de Averroes o de Avicenne, de Spinoza o de Marx.

¿Quién es el sujeto de derecho? El individuo, que no ha de ser clavado a su "diferencia", y sometido a las autoridades de su grupo.¿Derecho a la diferencia? Si. Pero teniendo cuidado que no se haga este derecho diferencia de los derechos. Y sin olvidar el derecho de ser diferente de su diferencia. Me acuerdo que una alumna de Maruecos vino a decirme que ella quería escoger el no tener que ponerse el velo, mientras su familia se lo imponía. Me revelo así que la laicidad de la escuela la liberaba de la presión familiar.

En cuanto a la dimensión constitutiva de la sociabilidad, y de los grupos particulares que la encarnan, tiene que quedarse siempre libremente consentida, o sea emancipada de toda forma de sujeción. Si queremos liberar el "vivir juntos" de los obstáculos que lo traban, no nos equivoquemos de lucha. El individualismo capitalista y las abstracciones del contrato mercantil, que callan hipócritamente la diferencia de condiciones sociales delante de las claúsulas del contrato, hacen más contra una auténtica sociabilidad y fraternidad que la pretendida desespiritualisación atribuida a la laicidad por sus adversarios escondidos o abiertos.

Razón, cultura y libertad espiritual:

El papel de la escuela laica.

La escuela laica no impone un mensaje espiritual, sino que propone los instrumentos para la autonomía de juicio, y la cultura que le da sus hitos, sus marcas. Se ha dicho que el racionalismo que promueve no es de tipo cientifista, pues trata de suscitar simultaneamente el gusto a la verdad, a la modalidad argumentada del diálogo racional, y la atención al significado de los actos y de las obras. No confunde tolerancia y relativismo, ni comprensión con complicidad.

Se ha de trazar entonces un dificil camino entre el Charybde del proselitismo, que acondiciona de manera dulce con pretexto de sensibilizar, y el Sylla del reduccionismo, que trata las obras como hechos muertos. Via estrecha de la deontología laica, recordando con Condorcet que los conocimientos y los principios de justicia son universales, y las creencias particulares , lo que no les impide asumir la búsquedad de sentido de manera interesante para la cultura universal.

Los programas laicos pueden incluir estos aspectos de la cultura sin riesgo de caer en el proselitismo, si respetan dos exigencias mayores. La primera es la de siempre mencionar, explícitamente, lo que es contenido de creencia, y lo que es saber. Por ejemplo, no se puede- no se debe - mencionar la "revelación" o los "milagros" sin las comillas que señalan que se esta refiriendo a objetos de creencia, compartida por algunos pero no por otros. Lo que no es necesario, claro, cuando se afirma que dos cantidades iguales a una tercera son iguales entre ellas , o que el agua hierve a cien grados. La segunda exigencia es justamente de separar en la enseñanza la dimensión cultural auténtica de una obra de todo tipo de proselitismo, lo que permite excluir toda postura partidaria.

Se pueden tomar aqui ejemplos clásicos que permiten illustrar el tipo de planteamiento posible para lograr esta exigencia. El debate sobre la gracia y la predestinación-en España con el texto de Luis de Molina de 1588 Concordia liberi arbitrii cum gratia donis y en Francia con Les Provinciales de Pascal (1656)- lleva a reflexionar sobre el problema de la condición humana y de la relación entre el mérito, la felicidad, y el carácter desinteresado e incondicional de la moralidad. No es necesario reconocer o invalidar el tipo de creencia religiosa subyacente al debate para poner de relieve su sentido de manera laica, sin reduccionismo, ni exhibición de preferencia confesional. En el mismo orden de ideas, el tratamiento hermeneútico de los ideales religiosos o politicos tiene que ser justo y equitativo. ¿Jesús responsable de Torquemada? ¿Marx de Stalin? ¿Las Luces del desencanto post-moderno? ¿El racionalismo de las catástrofes contemporáneas? Bien se ve aqui el peligro de una hermeneútica discriminadora, que por ejemplo pretendería que los ideales seculares desembocaron en lo peor, mientras los ideales religiosos fundamentarían lo mejor. En eso tambien se ha de resistir al "aire del tiempo", llamado antes ideología dominante. Y cuidar la verdad, que no admite amnesias selectivas.

El estatuto del hecho religioso en la escuela:

Punto de vista laico.

Primero se ha de recordar aqui que estudiar los hechos religiosos en la escuela pública en ningún caso puede confundirse con el adoctrinamiento que se haría tomando como pretexto la finalidad cultural e informativa. Entonces, no puede tratarse de curso de religión ni de educación religiosa, a lo menos en el horario comun. Y si se ofrece un curso de religion a los que quieren, el carácter opcional ha de ser bien claro y explícito, lo que hace posible una libre peticion positiva. En toda constitucion democrática, y la española como la francesa lo es, se menciona el derecho a la discreción para los opciones religiosas o espirirituales de los ciudadanos. Asi que la obligación impuesta a los padres de decir que no quieren que sus hijos asistan a un curso de religión incluido en un horario común es ilegítima y anticonstitucional. En Francia, en los departamentos de regimen concordatorio ('Alsace-Lorraine), este sistema de "derogación" esta considerado por los que defienden la laicidad como una herida a la libertad y a la igualdad. Por lo visto, lo mismo pasa en España con la problemática de la "alternativa", muy estigmatizante para las familias que no quieren de este proselitismo religioso, y se ven obligadas a manifestarlo. Esto se podría evitar si la clase de religión tubiese un estatuto opcional, y se quitase del horario común.

Ahora, otro problema es el del conocimiento distanciado, es decir ilustrado, de los hechos religiosos que se pueden considerar como parte de la cultura, lo mismo que los datos de la mitología y de la simbología que pertenecen al patrimonio de la humanidad. Bien claro esta que la escuela laica no ha de ignorarlos, ni de tener actitud obscurantista hacia ellos. Para un laicista, todo conocimiento es bueno, si es un verdadero conocimiento, y no una creencia disfrazada o una manera hipócrita de presentar como dato objetivo una insinuación confesional. El conocimiento distanciado supone un mínimo de exterioricidad entre el objeto estudiado y el punto de vista desde donde se estudia. Lo que excluye que se pueda confiar a un eclesiástico como tal un curso sobre los hechos religiosos, imposible de confundir con un curso de religión.

¿En que puede consistir entonces el estudio del hecho religioso en la escuela pública? La exigencia de conocimiento illustrado, o sea de lucidez, excluye tanto el proselitismo reliogioso escondido u abierto como la denuncia que atestigua postura de ateismo militante.

No se ha de imponer una creencia con pretexto a la continuidad cultural, ni tampoco de denunciarla con pretexto a la dimensión liberadora de la sospecha crítica. La dificultad es de mencionar la existencia de las dos posturas en un modo bastante distanciado para hacerlas conocer sin favorecer clandestinamente la que se prefiere personalmente: aquí se bosqueja el ideal regulador de la escuela laica, y tambien su honor fundamental. Diciendo "ideal regulador" se toma en cuenta que representa más una exigencia que una realidad siempre acertada; pero por lo menos ha de ser reconocida esta exigencia, para poder realizarse lo más posible.
Un Estado democrático y preocupado de la unidad del pueblo tomando como base la libertad y la igualdad debe formular una deontología laica explícita, incluyendo por ejemplo lo que se llama en la república francesa el "devoir de réserve" (deber de discreción) para los que ejercen oficios que representan delegación de responsablidad de parte de la comunidad política. Esta discreción ética y jurídica, mas ampliamente, se vincula con la laicización del derecho en casos sensibles como el de la sexualidad, el tema del matrimonio y de las formas de relación libremente consentidas, el de la interrupción voluntaria del embarazo, etc… No se trata ya, en estos casos, de imponer un modelo particular, sino de reconocer a todo individuo el derecho de escoger su propia eética de vida en cuanto respete la ley común que organiza la coexistencia de las mismas libertades para todos.

Se puede recordar aquí la distinción kantiana entre el uso de la razón dentro de las exigencias de un oficio sometido a una ley común, y su uso público en el área de la libre discusión y elaboración de esta ley: en el primer caso se ha de callar la preferencia personal, en el segundo puede manifestarse libremente. (cf "¿Qué es la illustración? "). Claro, para un profesor cuyo oficio es promover justamente la capacidad de juicio, la discreción o reserva deontológica tampoco puede significar relativismo o nivelación artificial de todas las ideas o visiones del mundo: la dificultad efectiva es entonces de trazar un camino que no sea ni de proselitismo ni de relativismo abstracto.

¿Qué objeto de estudio se ha de definir entonces? ¿Estudiar los dos testamentos de la Biblia o el Corán? ¿Estudiar las obras culturales inspiradas por la religión, pero sin imponer una opinión sobre las creencias de referencia? ¿Recordar los hechos históricos vinculados con la institutionalización de las religiones, por ejemplo, por una parte la Inquisición, las cruzadas, el index librorum prohibitorum, la tragedia de los conversos, y por otra parte las protestas de Bartolomeo de las Casas contra los crímenes de los conquistadores, o también el movimiento latino de la Teología de la liberación? ¿Hacer reflexionar sobre la relación complicada entre los ideales y las realidades que se refieren a ellos ? Este interrogante esta vigente en un campo más amplio, pues puede aplicarse también a los ideales políticos y sociales. En tiempos en los que se habla amenudo de desencanto y de crisis de los ideales, quizás sea necesario plantear el problema de manera provocadora.

En la manera de elegir y de tratar lo que se estudia se señala una alternativa importante, pues se ha de saber si se va a respetar la exigencia de juicio ilustrado y de cultura laica, distanciada tanto del silencio obscurantista como de la postura ideológica o clerical, y preocupada por evitar un tratamiento partidario.

Poner de relieve el sentido cultural y estético de las obras sin someter los alumnos a las creencias que las inspiran, ni tampoco callarlas, es una exigencia esencial de la deontología laica, que entra a dentro del papel general de una escuela emancipadora, concebida no como un aparato ideológico u clerical, sino como un lugar donde la sociedad civil ha de ponerse a distancia de si misma, proporcionando a todos la cultura y el saber illustrado que permite pensar el sentido y elegir los valores con autonomía y libertad.

Conclusión.

En resumen, ¿cómo una escuela al servicio de todo el pueblo, y no de una parte de él, o sea una escuela del laos entero, laica, ha de abordar el hecho religioso? Los cuatro principios siguientes parecen imprescindibles:

Universalidad de la palabra docente, para que pueda ser acogida por todos, creyentes y no creyentes. Lo que implica discreción ética y confesional, y exclusión de todo privilegio dado a una religión o a una ideología. Ideal regulador, hemos notado, justamente porque se trata de recordar una exigencia.

Libertad de consciencia, lo que excluye todo tipo de credo obligado, de proselitismo via escuela, e implica tolerancia activa hacia el derecho de elegir entre diversas opciones espirituales. Lo que implica también la modalidad reflexiva de la enseñanza, y no cualquier catequesis o impregnación demagógica e irracional.

Igualdad de reconocimiento de las opciones espirituales, lo que excluye todo privilegio jurídico, político, intelectual, o simbólico, de una de ellas. Esta igualdad, dirigida hacia los seres que creen o no creen y no hacia las creencias mismas, no significa relativismo ciego, ni atribución de valor uniforme a todas las opiniones. Ni implica la prohibición de la crítica a las religiones o a las ideologías: respetar el creyente no es respetar su creencia, y queda vigente el derecho de crítica. Sino, se decae en un "orden moral" del "politically correct" o del " religiosamente correcto".

Postura illustrada hacia la cultura. La tolerancia no es el relativismo, y nunca se puede olvidar que si las creencias son particulares, los conocimientos verdaderos son universales, como lo son, en derecho sino en hecho, los principios jurídico-políticos que fundamentan una sociedad de libertad y de igualdad. "La libertad por la cultura" : tal podría ser el lema de la escuela laica. Lo que exige exclusión de dos actitudes opuestas. La primera es la del proselitismo consciente o inconsciente, que trata los objetos de creencia como verdades en el caso de preferencia clerical, o mentiras en el caso de ateismo militante, mientras la deontologia laica, conforme con la exigencia de juicio illustrado, llama solo que sean explícitamente mencionadas como creencias las creencias y mencionados como saberes los saberes, siendo la confusión de los dos regímenes mentales un grave regreso oscurantista. Ya se ha evocado, como ejemplo de esta deontología, la necesidad de entrecomillar la palabra "revelada" cuando se refiere uno a la religion "revelada". La segunda postura es la de una reducción reificadora que olvida el sentido de las obras culturales, tratándolas como cosas muertas, con el pretexto de estudiar los meros hechos. Se confunde entonces objetividad y reificación, y se olvida el sentido universal que puede contener una obra verdadera, más alla de la opción espiritual que la inspira. No es necesario compartir el politeísmo de Homero para apreciar el valor de la Iliada y de la Odisea. Tampoco es necesaria la conversión al cristianismo para admirar la belleza teórica y humana de las Confesiones de San Agustin, por ejemplo en las meditaciones sobre el tiempo del capitulo once.

Estos cuatro principios de la escuela laica expresan un ideal de gran porvenir, lleno de promesas en un mundo desgarrado y demasiado tentado por las crispaciones sobre "identidades colectivas" excluyentes y peligrosas para la paz, y para la concordia.(1)

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(1). Para justificacion mas amplia de las ideas propuestas aqui, me permito referir a los capitulos 1,7, y 8, de mi libro " Dieu et Marianne. Philosophie de la laïcité. " Presses Universitaires de France. Paris 1999. La edicion espanola de este libro, bajo el titulo de " La emancipacion laica ", esta en preparacion en Ediciones Laberinto (Madrid).

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 CONCLUSIONES DEL TERCER ENCUENTRO
POR LA LAICIDAD
Celebrado en Albacete durante los días 4,5 y 6 de julio de 2003

Durante los días 4, 5 y 6 de julio de 2003 se celebró en Albacete el III Encuentro por la Laicidad, previamente se habían celebrado en los años 2001 y 2002 los encuentros I y II en Motril (Granada) y en Barcelona respectivamente, en este último se acordó constituir la Coordinadora Laicista y se aprobó el Manifiesto de Barcelona, cuyo texto figura al final de estas Conclusiones, como anexo 1.

A este III Encuentro han asistido unas 100 personas, de los cuales más de la mitad han venido en representación de 18 organizaciones (cuya relación figura al final, como anexo número 2) La conferencia inaugural sobre el proyecto de Constitución Europea, la desarrolló Mauricio Turco, eurodiputado italiano del grupo Bonino. Los itinerarios de trabajo fueron: 1. Construcción Europea y Laicismo; 2. Escuela y Laicismo; 3. Derechos fundamentales, sociedad civil y religiones; 4. Diagnóstico del laicismo en España, evolución, desarrollo del asociacionismo laicista e itinerario político y acciones a llevar a la práctica.

Las Conclusiones que se han redactado a continuación son el resumen de los acuerdos mayoritarios del III Encuentro. Son propuestas que cada una de las organizaciones que forman la Coordinadora Laicista y otras, podrán asumir como propias y la Coordinadora Laicista en su reunión de octubre próximo desarrollará.

RATIFICACIÓN GENÉRICA

El III Encuentro acuerda mantener y ratificar las propuestas del Manifiesto de la Coordinadora Laicista (anexo1)

ESCUELA Y LAICISMO

1.- Se acuerda que en la Escuela no ha de haber religión, ni alternativa: ¡RELIGIÓN FUERA DE LA ESCUELA!

2.- Exigir a partidos políticos, Comunidades Autónomas y entidades que tengan potestad para ello, que interpongan recurso de inconstitucionalidad contra la Disposición Adicional Segunda de la LOCE y los Reales Decretos que la desarrollan. La Coordinadora Laicista se uniría a cualquier iniciativa de este tipo y buscará fórmulas de apoyo para desarrollar acciones jurídicas propias en este sentido.

3.- Reclamar a todas las organizaciones sociales del estado una campaña activa de información y movilización contra la Disposición Adicional Segunda de la LOCE y los Reales Decretos que la desarrollan.

4.- En caso de que se mantenga la situación actual, plantear una campaña de desobediencia civil contra la Disposición Adicional Segunda de la LOCE y los Reales Decretos que la desarrollan.

5.- Solicitar a las Comunidades Autónomas que ejerzan sus competencias en materia educativa, bloqueando el desarrollo de la Disposición Adicional Segunda de la LOCE y los Reales Decretos que la desarrollan.

6.- Denunciar que existan Comunidades Autónomas, como la de Castilla-La Mancha, que llegan a convenios o acuerdos con la Iglesia, que refuercen el papel de la enseñanza de la religión en la escuela pública.

7.- Apostar, decididamente, por una red de escuelas públicas, rechazando la extensión de los conciertos educativos, que perjudican al sistema público de educación y una educación laica.

8.- Exigir que, como ya han resuelto varios Defensores del Pueblo de Comunidades Autónomas (Castilla-La Mancha y Aragón), los modelos de matrícula se ajusten a la Constitución y no obliguen a los padres a declarar sobre su opción religiosa. Asimismo, exigir la retirada de simbologías y denominaciones religiosas de las escuelas públicas y demás organismos oficiales.

DERECHOS FUNDAMENTALES, SOCIEDAD CIVIL Y RELIGIONES

1.- Denunciar ante los Defensores del Pueblo Estatal y/o de las Comunidades Autónomas aquellos acuerdos (como el firmado por la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha y el arzobispado de Toledo, en relación con la extensión de la religión en el ámbito educativo) que vulneren el artículo 14 de la Convención de los Derechos del Niño, que dice: Los estados partes respetarán el derecho del niño a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.

2.- Denunciar, en primera instancia, ante el Defensor del Pueblo de la utilización, allá donde se produzca, de símbología religiosa en espacios públicos (siempre que no formen parte del considerado técnicamente patrimonio cultural) como centros escolares, hospitales, juzgados...etc. por vulnerar los art. 14 y 16 de la Constitución Española, que establecen la no confesionalidad del Estado y la garantía de igualdad de todas la creencias e increencias, para en caso de no ser atendidas las denuncias, hacerlo ante los tribunales ordinarios.

3.- Llamar la atención de las autoridades públicas para que se abstengan de hacer ostentación (en el ejercicio de su cargo) de sus creencias religiosas, así como asistir a manifestaciones de índole religiosa.

4.- Reclamar a los grupos políticos parlamentarios de la aprobación de una Ley estatal e integral sobre sectas y/o entidades religiosas, que manipulen conciencias de menores o, de sus actos, vulneren los Derechos Humanos de menores y de adultos.

5.- Denunciar ante las autoridades europeas el no sometimiento a tributación y a la legalidad asociativa de las entidades y organismos de la Iglesia católica u otras iglesias, exigiendo a los gobiernos respectivos igualdad de trato con el conjunto de la ciudadanía.

6.- Exigir al Parlamento Europeo la no mención de una base cristiana en la Constitución Europea. Así mismo que aparezca, con claridad, el respeto a la libertad de conciencia y de laicidad de los estados. Se exige la no aprobación del actual artículo 51 del proyecto de Constitución Europea, que presupone la libertad de los estados para mantener sus propias normas en materia de relaciones con las iglesias, lo que significa la perduración de los privilegios que hoy existen para distintas confesiones, en especial la católica. La base teórica de la Constitución Europea debe de contemplar, con claridad, la Libertad de Pensamiento y de Conciencia y la igualdad de trato de los distintos credos religiosos entre si y con el conjunto de la sociedad.

PROPUESTAS DE LA COORDINADORA

1) Constituir una asesoría jurídica para temas laicistas.

2) Creación de un Observatorio de la Laicidad en España.

3) Proponer la creación del Día Europeo de la Libertad de Conciencia

4) Proponer a los Grupos Parlamentarios y a los partidos políticos, la derogación del Concordato de 1953, así como los acuerdos con el Vaticano de 1976 y 1979, y la Ley de Libertad Religiosa de 1980.

5) Establecer una Secretaría de la Coordinadora Laicista, que se organizará provisionalmente desde el grupo local de Europa Laica de Madrid.

6) El compromiso de las entidades coordinadas de difundir y apoyar las campañas promovidas por las distintas asociaciones.

7) Realizar el seguimiento del grado de cumplimiento de los acuerdos adoptados

8) Convocatoria del IV Encuentro por la Laicidad, a celebrar en Madrid en el año 2004, facultando a la Coordinadora para establecer las fechas concretas y los contenidos del mismo.

9) Buscar puntos de encuentro con aquellas organizaciones sociales, sindicales o políticas que trabajen por una verdadera sociedad laica y compartan puntual o totalmente nuestros postulados.

Albacete, 6 de julio de 2003

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Anexo 1:

Manifiesto de la Coordinadora Laicista:

Las organizaciones que integran la Coordinadora Laicista, reunidas en Madrid el pasado 19 de octubre de 2002, consideran la conciencia libre como eje vertebrador de los Derechos Humanos y de la Democracia, que presuponen un sujeto -el ciudadano- sin el cual tales conceptos carecen de sentido. La libertad de conciencia, patrimonio inalienable de los individuos, no puede, pues, sufrir ningún tipo de recortes con el propósito de convertirla en privilegio exclusivo de ciertos grupos confesionales, bajo la denominación restrictiva de "libertad religiosa".

Para devolver a la conciencia libre su sentido originario, como derecho de cada uno de los individuos, independientemente del carácter religioso o no religioso de sus convicciones, propugnamos:

1) La revocación definitiva del Concordato de 1953 que, aunque revisado en la totalidad de su contenido, permanece vigente a través del Acuerdo del Estado español con la Santa Sede de 1976 y de los cuatro Acuerdos de 1979 que hipotecan la Constitución sometiéndola a tratados internacionales y recortando derechos fundamentales.

2) La derogación de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, que permite conceder derechos positivos a determinados grupos confesionales, derechos que son sustraídos al conjunto de los ciudadanos y a cada uno de ellos, quedando la libertad de conciencia, en sus opciones no religiosas, reducida a la "no creencia" o "ausencia de convicciones". Esto es particularmente grave en lo que se refiere a la interpretación del artículo 27.3 de la Constitución, que deja así de ser un derecho de todos los españoles para transformarse en privilegio de las confesiones religiosas que, en virtud de esta Ley, firman acuerdos de cooperación con el Estado. Propugnamos la sustitución de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980 por una Ley Orgánica de Libertad de Conciencia que haga realidad el artículo 14 de la Constitución e imposibilite toda desigualdad entre los ciudadanos en función de sus convicciones.

3) La derogación de los artículos de la LOGSE, la LOPEG y la LOCE que desarrollan esta interpretación sesgada del artículo 27.3 de la Constitución. Si el mencionado artículo, que recoge el derecho de los padres a que sus hijos sean educados según sus convicciones religiosas y morales, se interpreta en el sentido de que hay que dar satisfacción al mismo en el marco de la escuela pública, insistimos en el hecho de que tal artículo ha sido redactado para todos los españoles y no en exclusiva para determinados grupos confesionales. El humanismo ateo, como cualquier otra opción espiritual, debería gozar de los mismos derechos positivos. Si, como es obvio, la escuela pública no puede ni debe atender toda la gama de posibles peticiones, lo que procede es garantizar el ejercicio de este derecho a las familias en el ámbito de lo privado.

4) Derogación de los artículos de la Ley Orgánica Reguladora del Derecho de Asociación de 2002 que conceden privilegios a las organizaciones religiosas. Pensamos que en un Estado laico, organizaciones como Amnistía Internacional, una asociación de ateos o una organización religiosa deben regirse por las mismas normas de derecho común. La legislación anteriormente citada convierte a la Iglesia Católica en entidad de Derecho Público, en manifiesta oposición a la afirmación constitucional de que ninguna confesión tendrá carácter estatal. Con esta Ley de Asociaciones, que viene a reforzar privilegios inadmisibles, se premian los recientes escándalos y delitos financieros, otorgando completa impunidad en el futuro a determinadas organizaciones religiosas.

5) La consecuente derogación de toda la normativa inferior emanada de los Acuerdos de 1976 y 1979 y de la legislación arriba denunciada.

Mientras se alcanzan las condiciones óptimas para el disfrute de los derechos fundamentales, bajo los principios de libertad y de igualdad, en el marco de un Estado auténticamente laico, exigimos:

1) Que no se adoctrine a nuestros hijos en el seno de la escuela pública o sostenida con fondos públicos, por lo que debe procederse a la inmediata retirada de todos los símbolos religiosos y denominaciones religiosas, así como a dictar instrucciones precisas para que ningún acto litúrgico -como una misa en la festividad del centro- tenga lugar en el horario lectivo ni en actividades complementarias dirigidas a la totalidad del alumnado.

2) Que se ponga fin al progresivo deterioro de la enseñanza pública y se frene el actual régimen de conciertos, abusivo e ilimitado, cuya principal finalidad es reforzar el poder de la Iglesia Católica. Por otra parte, a los colegios privados concertados, que ofrecen un servicio público a ciudadanos de diversas creencias, no se les puede permitir la aplicación de un ideario confesional en los itinerarios oficiales.

Finalmente, la Coordinadora Laicista ve con especial preocupación el intento, por parte de diversos sectores de la sociedad y del espectro político, de consagrar los privilegios y las desigualdades, en nombre del "laicismo moderno" y de la "laicidad abierta" (o "inclusiva").

Creemos que una nueva revisión de los Acuerdos Iglesia-Estado no haría más que paralizar las fuerzas tendentes a conseguir la completa aconfesionalidad.

En este sentido, el intento de introducir en el currículo de la educación obligatoria y en el Bachillerato una asignatura de religión no confesional o una educación Ética y Cívica, podría responder al propósito de mantener en el sistema educativo a los actuales profesores de religión católica, con el agravante de que así el adoctrinamiento encubierto estaría dirigido a la totalidad del alumnado.

El problema laboral creado a los actuales catequistas con la salida de la religión de las aulas debe abordarse desde otras posibles soluciones -como la vía indemnizatoria- y no lesionando nuestro derecho a la libertad de conciencia. En cuanto a las dos horas lectivas semanales ganadas a la religión, deberían reforzar la presencia de asignaturas clásicas, capaces de proporcionar una auténtica formación humanista.

La Coordinadora Laicista hace un llamamiento a todos los sectores progresistas para revitalizar los valores basados en los Derechos Humanos, en la libertad y la igualdad, pilares de la Democracia, y en la solidaridad capaz de aglutinar a los individuos en torno al respeto hacia lo que tienen de más precioso: la conciencia libre

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Anexo 2:

Organizaciones participantes en el III Encuentro

· LIBRE PENSÉE – FRANCIA
· EUROPA LAICA
· ALIANZA C. CONFORMISMO – ALEMANIA
· UNIDAD CÍVICA POR LA REPUBLICA
· PARTIDO COMUNISTA
· PEQUEÑA REBELDÍA
· GRANADA LAICA
· LAICALBA
· ATEUS DE CATALUÑA
· LIBRE PENSAMIENTO
· ASOCIACIÓN MANUEL AZAÑA
· IZQUIERDA UNIDA
· FAPA ALBACETE
· CEAPA
· ASOCIACIÓN MADERAS NOBLES
· AMPA IES DIEGO DE SILOE
· FEDERACIÓN HUMANISTA – BRUXELLES
· CONFAPA

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 LAICIDAD Y VALORES EN LA EDUCACION
por María Hortencia Coronel


Introducción

En la cultura occidental estamos atravesando un periodo prolongado de crisis, a la que pertenece toda una gama de retóricas desconstructivistas y posmodernas. El elemento central del proyecto grecoccidental de autonomía individual y social no está solamente amenazado por regímenes totalitarios y autoritarios; lo está también, de modo más oculto, pero no menos fuerte, por la atrofia del conflicto y la crítica, la expansión de la amnesia y la irrelevancia, la creciente incapacidad para cuestionar el presente y las instituciones existentes, ya sean propiamente políticas o bien contengan las concepciones del mundo. Los grandes filósofos del pasado pensaban acertadamente que pertenecían a un espacio socialhistórico, público y transtemporal —el ágora transhistórica de la reflexión— y que su crítica pública a los otros filósofos era un factor central para el mantenimiento o la ampliación de ese ámbito como espacio de libertad, donde no se encuentran autoridades, ni revelación, ni secretarías generales, ni destino del ser; espacio donde se confrontaban las diferentes doxas y donde cada uno tenía derecho, a su propio riesgo, de expresar su desacuerdo.

La crítica presupone el más laborioso y desinteresado de los esfuerzos para comprender la obra criticada. Pero también exige una constante vigilancia respecto a las posibles limitaciones de esa obra, limitaciones que resultan de la clausura casi inevitable del pensamiento que acompaña su ruptura con la clausura que la precede. Es la actividad humana la que ha engendrado la exigencia de una verdad que parte del mundo de representaciones de la tribu, instituidas una y otra vez. Es la actividad humana la que ha creado la exigencia de libertad, de igualdad y de justicia en su lucha contra las instituciones establecidas. Y es nuestro reconocimiento, libre e histórico, de la validez de ese proyecto y de la efectividad de sus realizaciones, hasta aquí parcial, el que nos sigue motivando a esa búsqueda de libertad, igualdad y justicia.

Dos opciones se presentan ante nosotros:

a) Pensar que la noche sólo ha caído para los que se han dejado caer en la noche. Para los que están vivos “el sol es nuevo cada día” (Heráclito).

b) Pensar que “tal vez estemos presenciando el fin de la historia de la humanidad como tal; es decir, el punto final de la historia de la humanidad y la universalización de la democracia occidental como forma final del gobierno humano. [...] El final de la historia será una época muy triste. No habrá arte ni filosofía, apenas el mantenimiento perpetuo del museo de la historia humana” (Francis Fukuyama: ¿El fin de la historia?).

El problema de los fines de la educación Un fin denota el resultado de todo proceso natural traído a la conciencia y convertido en un factor para determinar la observación presente y la elección de los modos de acción. Significa que una actividad ha llegado a ser inteligente. Especialmente, significa previsión de las consecuencias alternativas que se producen al actuar de diferentes modos en una situación dada y el uso de lo que se anticipa para dirigir la observación y el experimento. Un fin verdadero es así opuesto en todo a un fin que se impone por un proceso de acción desde afuera. Este último es fijo y rígido, no es un estímulo para la inteligencia en una situación dada sino que es una orden dictada externamente para hacer tales y cuales cosas. En vez de relacionar directamente las actividades presentes, es remoto y está divorciado de los medios por los cuales se lo ha de alcanzar. En vez de sugerir una actividad más libre y mejor equilibrada es un límite puesto a la actividad. 1

En la educación, la circulación de estos fines externamente impuestos es responsable de la importancia asignada a la idea de la preparación para un futuro remoto y de convertir en mecánica y servil la labor del maestro, tanto como la del alumno.

El fin de la educación es capacitar a los individuos para continuar su educación; o sea que el objeto y la recompensa de aprender es la capacidad continuada para el desarrollo.

Ahora bien, esta idea no puede aplicarse a todos los miembros de una sociedad, excepto cuando el intercambio de unos hombres con otros sea realmente mutuo y cuando se hayan adoptado las medidas adecuadas para la reconstrucción de los hábitos y las instituciones sociales, por medio de una amplia estimulación que surge de intereses equitativamente distribuidos. Y esto significa una sociedad democrática.

¿Quién define los fines de la educación?

Teóricamente la relación escuela–sociedad puede presentarse en cuatro variantes:
a) Total independencia escuela/sociedad.
b) La escuela como dependiente de la sociedad.
c) La dependencia recíproca.
e) Primacía de la escuela sobre la sociedad.

En el primer caso, la escuela resulta una isla pedagógica y Rousseau en Emilio ofrece una clara presentación del carácter utópico o al menos puramente teórico de esta tesis.

Se puede analizar la segunda tesis desde variadas perspectivas.
1) La perspectiva funcionalista concibe el papel de los educadores ligado al de conservación y aumento de la productividad social. Su tesis es que la escuela y la educación socializan a los jóvenes transmitiéndoles las habilidades técnicas exigidas por la sociedad. Aparece en este modelo el peligro de una supravaloración de la escuela en cuanto es considerada una panacea para superar todos los obstáculos del desarrollo socioeconómico.

2) El marxismo, aun en sus formulaciones más recientes, considera el sistema escolar como instrumento social de reproducción. Y esto, ya sea en la actitud crítica frente a la sociedad —la cual asigna a la escuela la misión de conservar y de ‘petrificar’ las diferencias de clase y las desigualdades de los hombres—, ya en la propuesta para una renovación de la escuela, sólo es posible una vez que se haya establecido una sociedad no capitalista.

3) En la sociología de Emile Durkheim se considera a la escuela desde la base de la necesidad del estado tecnocrático de realizar un orden social. En su más genérica formulación se dice que la escuela desempeña una función de integración social, en cuanto favorece la inserción de grupos diversos en el todo. Este proceso de integración se realiza mediante los instrumentos rituales de la religión, de la política y, sobre todo, de la educación. La tendencia del estado moderno hacia un control político cada vez más eficaz convierte a la escuela en un instrumento de la sociedad; en esta perspectiva la escuela acaba por emparentarse con la burocracia, es decir con un sistema reglamentado y controlable. Según Max Weber, esta organización no sólo es la forma más legal y racional de ordenamiento, sino que asigna a la escuela el objetivo de colocar a cada uno en el papel para el cual está destinado.2

Estas perspectivas no se han mantenido dentro del margen de un discurso teórico, sino que se han transferido también a una política educativa que, en las últimas décadas, ha prevalecido en numerosos países. Desde Adam Smith, Marx y hasta el economista T. Schultz aplican la idea de la economía a la educación: se advierte la importancia relevante del empleo económico del capital humano. Se logró un nuevo modo de concebir la escuela como productora de habilidad y cualificación, movilidad social, desarrollo económico, progreso tecnológico, bienestar social y felicidad individual. Todo parece de-pender de una institucionalización más orgánica de la escuela y, en particular, de un más elevado nivel general de educación y una mayor difusión de altas cualificaciones.

... La realidad ha demostrado cómo la mayor elevación y difusión de la cultura es incapaz de evitar la recesión económica, la desocupación de jóvenes diplomados, la preocupación de los educadores por impartir un saber de tipo práctico y profesional, etcétera...

Resumiendo, un aspecto común de estas perspectivas de la escuela es que los objetivos son fijados por la sociedad: la educación y la escuela se convierten en un mero aparato ideológico y el éxito educativo en ‘moneda de cambio’.

En la tercera tesis, la interrelación o interacción parece estar en correspondencia con todas las exigencias de la teoría, así como de la praxis. Permite insertar la educación para sí en la educación para algo, proponiendo de esta manera una formación del hombre capaz de trascender las contingencias de la situación historicosocial e incluso evitar el entumecimiento en los papeles profesionales y sociales. Se vuelve así a la tesis principal de la pedagogía de F. D. Schleiermacher, cuya preocupación es considerar la relación de integración dialéctica entre la preparación de los jóvenes para el papel que deberían asumir en la sociedad y una educación para alcanzar la capacidad criticovalorativa.

La cuarta y última tesis despierta en nosotros perplejidades ya analizadas respecto de la primera tesis, debido a dos razones: la escuela se puede tornar aislada y la supravaloración de las posibilidades reales de la educación escolar puede crear expectativas que rayan en la utopía.

Educación y democracia En un artículo anterior, aparecido en Correo del Maestro No. 52, señalamos que la construcción de la democracia como fin de la educación es algo obvio para los maestros desde hace ya bastante tiempo, pero que es un tema que necesita retomarse, pues los elementos constitutivos de los conceptos democracia, ciudadanía, estado, etc., han cambiado. Remitimos al lector a dicho artículo para este tema tan importante, pues es indudable que se le plantea a la educación la tarea de desarrollar en los futuros ciudadanos aquellas competencias que les permitan participar tanto en la esfera política como en la económica y social, y que el aporte de la educación a la democracia no puede sólo restringirse a variables cuantitativas.

Laicidad y valores El profesor y la enseñanza de valores-actitudes

Comenzaremos el análisis a partir de las siguientes interrogantes para que sirvan de base para la exploración de ideas, para pensar en forma no categórica:

¿Vale la pena educar moralmente?
¿Todo profesor, por el hecho de serlo, es un educador moral competente?
¿Es ilusoria la neutralidad del profesor?
¿Quién educa moralmente al educador moral?
¿Qué sujeto pretende una sociedad?

Esta es la pregunta que básicamente habilita la consideración de cualquier tecnología, metodología, selección y transmisión de contenidos. Todo parece sencillo en cuanto a contenidos, pero se complica cuando se trata de cualidades. Una solución es disolverlo por considerarlo irrelevante, tal como sucede hoy con la educación en valores. Asumir las propias orientaciones y hacerse responsable de los actos es una virtud, entonces la pasividad es un vicio. En la Edad Media y durante el predominio de los estados monárquicos ser vasallo era poner la propia voluntad a disposición de la de otro, quedar sometido a la palabra de él. De este modo se aseguraba la primera naturaleza (seguridad), pero se suspendía definitivamente la segunda. La democracia como ruptura del vasallaje y liberación significa la irrupción de la ciudadanía política: tenemos así al ciudadano ilustrado.

Kant, en respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?, dice que la Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoridad. Minoridad es la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Autoculpable es esta minoridad cuando la causa de la misma no reside en una carencia de entendimiento, sino de decisión y de coraje para servirse de él sin la guía de algún otro. ¡Es tan cómodo ser menor de edad!

Los tutores que bondadosamente se han hecho cargo de la vigilancia suprema se encargan de que la mayor parte de las personas considere como difícil, y a la vez peligroso, el paso a la mayoridad. La figura de la minoridad perteneció al niño, al analfabeto, al indio, al negro, a la mujer. Paulatinamente, a través de las Declaraciones Universales de Derechos Huma-nos se fueron rompiendo algunas limitaciones. En el universo moral la mayoría de edad significaría percatarse de la capacidad de formular juicios morales y regirse por ellos.

Esto no quiere decir que para forjarse tales juicios el ciudadano moral adulto no pueda recurrir al saber ciudadano moral adulto, no pueda recurrir al saber y a la autoridad legitimada, sino todo lo contrario: es una muestra de la mayoría de edad darse cuenta de que es imposible llegar a juicios verdaderos en solitario, sin ayuda de otro. Pero es igualmente una muestra de mayoría de edad darse cuenta de que si no se está realmente convencido de que algo es moralmente correcto o ‘plenificante’, no se va a a percibir como una exigencia o como una ‘invitación moral’.

Es necesario que los protagonistas de la vida moral estén dispuestos a asumir la actitud de indagar en serio, de asumir las actitudes dialógicas en sociedades plurales, actitud que se propone como la única solución posible para construir un mundo verdaderamente humano. Esta actitud dialógica o discursiva presupone una ética comunicativa en donde hablante y oyente realizan acciones comunicativas, defienden sus posiciones a través del diálogo, se reconocen, en suma, como interlocutores válidos.

Habermas habla del principio de la ética del discurso y señala que sólo pueden pretender validez las normas que encuentran —o pueden encontrar— aceptación por parte de todos los afectados, como participantes en el discurso práctico.3

Stenhouse y Elliott recogen ideas del filósofo R. Peters al considerar que las actitudes por conseguir en la enseñanza no son externas al propio proceso sino que van inmersas (inmanentes) en el procedimiento y metodología empleados. En Proyecto Curricular de las Huma-nidades de Stenhouse, Elliott comenta: "...sus concepciones de los fines educativos se refieren a los ideales, valores y principios que han de elevarse a la práctica en la forma que los profesores emplean para relacionar a sus alumnos con el contenido de la educación y no con los resultados extrínsecos de este proceso. Los fines educativos constituyen criterios intrínsecos para juzgar los aspectos dignos de consideración del proceso educativo".

Las actitudes y valores no son contenidos, sino principios inherentes a los procedimientos metodológicos y de relaciones sociales empleados y vividos en la escuela (Carlos Cullen plantea la necesidad de realizar abordajes interdisciplinarios y transversales). Los contenidos actitudinales no son independientes de los conceptuales o de los procedimientos; van inmersos en ellos, no se aprenden por/mediante determinadas acciones o actividades docentes, sino en la forma en que se trabaja. Por ello resulta necesario determinar y consensuar qué principios van a guiar la acción docente de un centro.

Dos tendencias se abren frente al dilema:

a) El aspecto moral de la profesión de la enseñanza que se trata de reinvindicar se refiere a que el profesor tiene que comprender, deliberar y decidir colegiadamente sobre lo que es deseable hacer en el complejo marco social, político y moral de la enseñanza.

b) La ampliación a contenidos morales ha provocado una lógica defensa personal; se piensa que asumir el papel de educador moral se puede interpretar como adoctrinamiento. Nos encontramos frente al siguiente dilema: respetar la diversidad valorativa de la comunidad escolar y, al mismo tiempo, promover unos valores y actitudes moralmente valiosos.

El profesor debe ser neutral en determinados ámbitos y beligerante en otros. Esto supone tener claro desde dónde educar para diferenciar qué ámbito es discrecional (neutralidad) y en qué otro la escuela debe intervenir activa o beligerantemente. Neutralidad e intervención no son posiciones absolutas; son dependientes de los contextos y contenidos (características de los alumnos, clases de valores, ámbito escolar de discusión, etc.). Neutralidad no es ‘fingir’ que no se defiende ningún valor o posición, desligado de las cuestiones que están siendo debatidas; es imposible desligar el compromiso del profesor por la racionalidad y la defensa de ciertas posiciones de valor frente a otros. Se debe proteger la divergencia de opiniones como medio para promover el diálogo: el fin es un cierto consenso; entonces el resultado final para el alumno es el examen de las distintas opiniones, juicios, razonamientos, es que —bajo la posición neutral del profesor— todas son igualmente justificables y ‘comprender’ lo plural que es la sociedad democrática. Llegar a ser autónomo moralmente implica tener razones para apoyar un juicio propio frente a otras opciones. Lo contrario no es proteger la divergencia de los alumnos, sino elevarlos a un relativismo no racional.

Laicidad: una discusión pendiente y necesaria

En este contexto, el tema de laicidad recobra fuerzas nuevas y particularmente aclaratorias para quienes han desconfiado de su definición. El concepto de laicidad excede el puro ámbito cientificoconceptual y roza los campos de la disciplina de los valores —axiología— y de los deberes —deontología. Es, a la vez, un concepto y un valor. En tanto concepto es una construcción de la mente humana que puede ser explayada y desenvuelta en una definición precisa, examinada con ciertos criterios lógicos y pensada a la luz de enfoques rigurosamente racionales y objetivos. En tanto valor, concierne a la categoría de lo estimable y, por la tanto, su misma esencia es susceptible de cuestionamiento y discusión de tipo ideológico y subjetivo. Ello explica la virulencia de las controversias al respecto.

La laicidad desborda y sobrepasa ampliamente el campo educacional. Más que hablar de educación laica se debería hablar de espíritu laico. La teoría y la práctica suelen tener distancias entre sí y aun divorcio. Estas tres afirmaciones nos permiten entrar a discutir la naturaleza esencial de la laicidad, oponiéndola en primer término a la intolerancia. Pero laicidad no es sinónimo de tolerancia; ésta razona “Sé que estás equivocado, pero acepto tu derecho a errar”, mientras que aquélla lleva implícito un juicio: “Puedo yo estar equivocado; por tanto...”

La laicidad es respeto por las creaciones personales de los demás, las libres opciones de cada sujeto, la singular cosmovisión de cada uno y, más precisamente, por el derecho a generarlas sin coacciones. En consecuencia, de ella emergen tres corolarios: el primero es proteger la intangibilidad de la conciencia íntima, del fuero personal de cada uno y de su libre elección; el segundo es que la laicidad no tiene sino valor instrumental, valor para algo y ello es la formación integral de una personalidad en desarrollo, un medio para el logro de una conciencia equilibrada, investigadora y crítica; el tercero es que de la laicidad emergen claros deberes para el docente que pueden resumirse en un doble imperativo: el de saber, para no omitir, y el de responsabilidad, para no falsear. La laicidad tampoco debe confundirse con la libre expresión, sino como libre posibilidad de acceso a los bienes formativos de la cultura; por eso las omisiones, falseamientos o mensajes implícitos, maniqueísmos, etc., son formas de no respetarla.

La laicidad no es tampoco ni pura objetividad ni neutralidad. La laicidad no es objetividad, porque los conocimientos no son objetivos y si optáramos por ella —si fuera posible— mataríamos la vitalidad de las aulas. Tampoco es neutralidad, aunque ambas son formas de no pronunciamiento: la laicidad implica no ignorar, sino encarar la problemática controversial de que se trata; en cambio, la neutralidad es indiferencia, negligencia.

El tema de la laicidad es un tema muy caro a la educación en algunos países de latinoamérica, y ello se debe a su contrastación histórica con el laicismo (sinónimo de anticlericalismo) y precede toda postura docente. Evidentemente, también hoy debemos optar por posturas laicas en el campo educativo, pero éste no es el agente más relevante en la formación de los valores: otros agentes, como vimos antes, median casi o más activamente que la educación en valores. Lo que tenemos claro es que al aula van a llegar muchos más temas controversiales que antes y para ello es fundamental tener una postura no prescindente, so pena de perder credibilidad y fuerza formativa.4

La ética de la docencia La necesidad de situar la ética de la profesión docente proviene de la necesaria discusión de la ubicación de la misma en el contexto de una concepción transformadora de la realidad, tal como la venimos planteando a la luz de los nuevos requerimientos sociales. El educador necesita no sólo educar en valores sino asumir un comportamiento ético profesional que no traicione los fines de la educación que se propone y, hoy día, ese es un campo en construcción. De todos modos, ya existen planteos teóricos que colaboran en esta reconstrucción y a ellos recurriremos para abordar el tema.

Hemos expuesto a la educación como una construcción de la autonomía que se constituye en el plano del saber, pero también necesita del ejercicio del poder. Hoy en día somos particularmente sensibles a la distribución del poder a lo largo y ancho de la sociedad. El poder es omnipresente —nos recuerda Foucault— y él intuye el predominio de un paradigma del sujeto en sí, pasivo, neutro, que es preciso estimular para que pase a la acción. En contraposición, se piensa que el educador y el profesional son portadores de una propuesta participativa, o sea que con nosotros empezaría la participación. Lo que se requiere del educador es una comprensión hermenéutica para la recuperación de esos espacios de poder y las redes de distribución del mismo, para compartirlo con sus alumnos.

Aparece así la propuesta de Jürgen Habermas con su paradigma centrado en la comunicación para brindarnos el marco ético necesario. Para Habermas la comunicación puede expresarse en salud, en especial cuando se desarrolla en situaciones de conflicto y pone en evidencia las distorsiones y dificultades que se producen en el encuentro con otras culturas y racionalidades. El concepto de mundo de la vida se conjuga con el de la acción comunicativa, en cuanto ésta permite su reproducción simbólica y, en consecuencia, su problematización. A los diferentes componentes estructurales del mundo de la vida (cultura, sociedad, personalidad) corresponden procesos de reproducción a partir de las acciones comunicativas (reproducción cultural, integración social y socialización). La acción comunicativa contribuye a la renovación del saber cultural, a la integración social, a la creación de solidaridad y a la formación de identidades personales. Cuando estas funciones quedan interferidas se causan perturbaciones en los procesos de reproducción y emergen los correspondientes fenómenos de crisis: pérdida de sentido, pérdida de legitimación, desestabilización de identidades colectivas, alienación, diversas psicopatologías, pérdida de motivación, quiebres en las tradiciones culturales, etcétera.

Sin embargo, la sociedad no se reduce a un conjunto de acciones comunicativas, sino que se estructura a través de diversos sistemas autorregulados (entre ellos la escuela). Habermas vincula la salud con el concepto de competencia interactiva, que supone capacidad de desarrollar procesos de entendimiento también en situaciones de conflicto, en lugar de romper la comunicación o mantenerla en un nivel aparente. Lo anterior, sin lugar a dudas, postula una ética de la autenticidad y del reconocimiento en las prácticas sociales. Nuestra identidad depende radicalmente de nuestras relaciones dialógicas con los demás y para ello usamos el lenguaje, entendido como acción o en su giro lingüisticopragmático (dar y tomar la palabra).

Por otra parte, se necesita una teoría y una práctica de la justicia social y mecanismos para hacer efectiva la participación que se constituirán en elementos potentes para luchar contra los autoritarismos y generar la democracia. Todo esto es inviable si los educadores y profesionales no desarrollamos una práctica de trabajo colectivo basada en el análisis, la investigación y la sistematización que nos permitan construir categorías propias que apunten a la construcción de un nuevo modelo educativo porque el educador, a su vez, sostiene vitalmente una ética de doble discurso, con contenidos transformadores y con códigos normativos de subordinación. Si no se tiene en cuenta el proceso de participación dialógica se consolidan los lazos de subordinación, los conocimientos obtenidos no apuntan a transformar y se utiliza la práctica como instrumento para aplicar currículos y contenidos programáticos que no sufren alteración a pesar de la novedad que pueda introducir dicha práctica.5 En consecuencia, postulamos la ética de la comunicación como un paradigma válido para la profesión docente, si quiere ser transformativa.

Integración nacional y diversidad Otro de los desafíos que se plantean a la educación en este inicio de siglo es el relativo a la integración nacional, regional y a la diversidad. Existe coincidencia en que sólo a partir de profundos procesos de integración sociocultural y económica nuestros países puedan diseñar estrategias de incorporación al mundo que les permitan disputar un espacio en función de sus propias perspectivas y posibilidades. Sostiene Daniel Filmus que las concepciones que restringen la integración de las naciones a una complementación únicamente económica han resultado sumamente limitadas. También en este punto es imprescindible el aporte de la educación al desarrollo de una conciencia favorable a los procesos de integración social. El concepto de escenario, aplicado como metáfora, es extremadamente útil porque define los límites discrecionales, abstractos, de un campo de interacción, sugiere Francisco Delich.6 Los actores encerrados en su interior saben que sus acciones tienen antecedentes y consecuencias; todo esto cuenta pero no influye en el argumento de la obra teatral ni en la explicación, sino que sirve para ilustrar tanto modos de acción como identidades, motivos, razones, intereses, etc. Los actores y sus acciones se leerán en adelante con doble especificidad: El límite del campo de acción y el decorado que disimula todo lo que es externo a ese campo y a esos actores.

Lo que estamos viendo y viviendo es una representación cuyos actores se maquillan y cuya utilería se cambia, tal como en el teatro moderno, en presencia del espectador. La comunicación visual en tiempo real unifica; todo está a la vista, aunque por esta misma razón no necesariamente se asegure transparencia; pero este es otro problema.

El nuevo escenario del fin de siglo cambió de tal modo su magnitud que resulta casi inabarcable para comprender lo que en su interior está sucediendo. Los cambios en el escenario inciden también en la polifuncionalidad y, por supuesto, en los contenidos de la educación. Cita Delich el texto Pour l´école de la Comisión francesa presidida por Roger Faroux (París, 1996), donde se dice sin eufemismos que:

"...no se puede disimular, además, que el cambio de las formas de la institución familiar, los efectos del desempleo, el dejarse estar demasiado frecuente de los niños frente a la televisión o en la calle, son generalizados. En todas partes se ha debilitado el sentido de las obligaciones sociales y cívicas. La educación para la ciudadanía no es ahora el objetivo de zonas de educación prioritarias. Ella es necesaria en todas partes. ¿Cómo especificar la obligación que tiene por delante la escuela, no ya para formar ciudadanos, como lo estimaba Jules Ferry, sino para hacerlos aptos para la vida social? No se trata evidentemente de saberes disciplinarios. Los saberes positivos de los cursos de instrucción cívica no nos enseñan a decir buen día, a presentarnos, a escuchar a otros, a argumentar, a obrar en equipo, a respetar las reglas de una vida en común. Es el proyecto de una forma de vida escolar, de la buena utilización del tiempo de los cursos libres, del empleo, que debe preceder la transmisión y la inculcación de algunos saber hacer primordiales sin los cuales no hay inserción social o profesional posible"

Son cambios de escenario, pero también nuevas exigencias y demandas del sistema social, aunque se instalen en la misma dimensión analítica, en este caso, en la de la integración.

Educación, Estado y Sociedad Civil

Dada la complejidad del escenario en que nos movemos —y más aún en sociedades dependientes como las nuestras— es más que nunca necesario plantear con claridad las funciones de la educación, del estado y de la sociedad civil. Como ya en artículos anteriores hemos abundado en cuanto a las funciones de la educación especialmente como constructora de democracia, vamos ahora a presentar el papel que concebimos para el estado y la sociedad civil.

Con respecto a ésta ya dijimos que existe una prioritaria necesidad de integrar a todos los actores al quehacer social para garantizar todas las voces que la constituyen. Ello es posible a través de los mecanismos de participación social que interrelacionan y recogen las voces de los grupos y personas para canalizarlos a las formas de poder institucional que adquiere el estado en una sociedad democrática. Cada institución —y la escuela no puede ni debe omitir esta función— ha de relacionarse con su contexto para recoger ideas, aspiraciones, necesidades y especialmente para generar los vínculos que le permitan atender a la realidad de sus destinatarios. Si no lo hiciere así se aislará y terminará caminando en sentido contrario a su función integradora. Muchas veces vemos a los educadores preocupados por la integración del alumno a la escuela y a sus normas y no los vemos trabajar en el sentido de que la escuela sea la institución que se integre al medio, a su cultura y a su diversidad, sin caer por supuesto en la tentación de un multiculturalismo feroz o quizá en un fundamentalismo.

El estado, a su vez, en nuestras sociedades en particular, debe constituirse en el garante de que la educación llegue a todos y generar los mecanismos de accesibilidad y equidad que permitan que los grupos sociales más pobres, especialmente, puedan superar en parte sus condiciones de reproducción de la situación social. Esto es particularmente importante cuando las condiciones de desigualdad caracterizan a ciertos sectores de la sociedad.

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Notas
1 Cfr. Dewey, John. Democracia y educación, capítulos VIII y XIX.
2 Cfr. Wienfried Bohm, Educación, escuela, sociedad.
3 Jürgen Habermas, Conciencia moral y acción comunicativa,p.6 a47
4 Cfr. A. J. Palomeque, Alcance y significación teórico-prácticos de la laicidad.
5 J. L. Rebellatto, “Nuevos paradigmas éticos en el marco de una práctica social transformadora”, Quehacer educativo, No. 20, Separata FUM/TEP, Montevideo, Junio, 1996.
6 F. Delich, “Educación, modernidad y democracia: problemas y perspectivas”, en Democracia, desarrollo y educación, OIE/ Ed. Troquel, Bs. As, 1998.

Bibliografía
DEWEY, John, Capítulos VIII y XIX de Democracia y Educación.
BOHM, Wienfried: Educación, escuela, sociedad.
MARTINEZ, M. : “Consideraciones teóricas sobre la educación en valores” en Democracia, desarrollo y educación, OIE/ Ed. Troquel B. Aires, 1998
DELICH, F.: “Educación, Modernidad y Democracia: problemas y perpectivas” en Democracia, desarrollo y educación, OIE/Ed. Troquel B. Aires, 1998
HOYOS, G.: “Educación y ética para ciudadanos” en Democracia, desarrollo y educación, OIE/Ed. Troquel, Buenos Aires, 1998
PETTY, M. “Familia, escuela y medios de Comunicación. ¿Quién se encarga de la educación en valores?” en Democracia, desarrollo y educación, OIE/ Ed. Troquel B. Aires, 1998.
HABERMAS J. : Conciencia moral y acción comunicativa, pp. 6 a 47.
PALOMEQUE, A.J.: Alcance y significación teórico –prácticos de la laicidad. Cursos de legislación en formación docente, impresión interna. Uruguay
REBELLATTO, J.L.: "Nuevos paradigmas éticos en el marco de una práctica social transformadora" en Quehacer Educativo N° 20, Separata FUM/TEP, Montevideo, Junio 1996
DELICH, F. : “Educación, Modernidad y Democracia: problemas y perpectivas” en Democracia, desarrollo y educación, OIE/Ed. Troquel B. Aires, 1998.

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 Manifiesto de Barcelona por la Laicidad
20 y 21 de julio de 2002


1.- Los representantes de las asociaciones presentes y los asistentes abajo firmantes, ateniéndonos a las conclusiones de los trabajos realizados en el II Encuentro por la Laicidad en España, que han versado sobre la Laicidad y el derecho al espacio público, reafirmamos nuestro convencimiento de que para posibilitar una auténtica igualdad de oportunidades al acceso al espacio público es preciso fortalecer el marco común de la laicidad como garantía de civilidad democrática y de respeto para con todas y cada una de las expresiones filosóficas y espirituales, sin imposiciones, favoritismos, exclusiones ni hegemonismos por parte de ninguna escuela de pensamiento o grupo en particular.

2.- Es por ello que queremos hacer oír la voz de quienes nos identificamos con la cultura de la libertad de conciencia, de la tolerancia activa y del humanismo democrático, para impulsar el debate crítico que facilite el cumplimiento, en nuestro contexto legal, de los mínimos requisitos de convivencialidad y pluralismo en dicho espacio público, que es el que todos y todas compartimos, al margen de nuestras opciones de conciencia privada, y el que, por tanto, el marco jurídico debe garantizar, para todos y todas, sin ningún tipo de diferencia.

Apoyamos, como consecuencia, la creación de una red de coordinación de las personas, asociaciones y entidades que trabajen en España en defensa de la laicidad como eje de sustentación de una democracia auténticamente ciudadana, comprometiéndonos a la difusión de sus acciones y a la promoción de sus valores.

3.- Debemos denunciar, en este sentido, la vigencia del Concordato firmado entre el Estado español y la llamada Santa Sede en 1953, durante la dictadura, así como los acuerdos vergonzantes de 1976 y de 1979, difícilmente asumibles desde una mínima coherencia democrática, abiertamente transgresores del espíritu del mandato constitucional, que permiten a una confesión religiosa determinada -la católica- ejercer una función de preeminencia sobre la libre conciencia de los ciudadanos que se expresa mediante sus privilegios en materia de enseñanza, fiscalidad, presencia mediática y ocupación simbólica de lugares de especial significación para el espacio público, por el elevado grado de representatividad de la comunidad política que desempeñan.

4.- Consideramos especialmente preocupante el mantenimiento, en el ámbito educativo, de privilegios exclusivos para las confesiones religiosas, en la medida en que ello puede dificultar el proceso de formación de la libre conciencia ética de las personas que, en razón de su edad, menor capacidad de defensa tienen ante las imposiciones ideológicas externas, mediatizando sus condiciones de libertad de juicio personal y, por tanto, de ejercicio de la autodeterminación individual, fuente de la libertad plena.

La Ley de Calidad, actualmente en discusión, va a empeorar la situación, mientras que nosotros consideramos que la religión ha de ser excluida del espacio educativo. Los catequistas de cualquier religión, si existen, no deben financiarse con cargo a fondos públicos, ni han de formar parte de los claustros escolares.

5.- Consideramos, asimismo, preocupante, además de grotesco para el actual grado de evolución de la sociedad española, la pública ostentación de simbología confesional o el sometimiento a ella por parte de cargos públicos, electivos o no, que se deben, en primer lugar, al público y a la garantía del derecho al espacio público para todos los ciudadanos, antes que a su conciencia. Las Jefaturas del Estado o del Gobierno, y cualquier representación estatal, autonómica, municipal o militar, deben estar exentas de implicación confesional pública alguna, reservando los actos de culto a que su conciencia les impulse a la estricta esfera de la privacidad.

6.- Efectuamos, pues, un especial llamamiento a los representantes políticos e institucionales democráticos en su conjunto y muy especialmente a quienes puedan sentirse comprometidos con la cultura de la libertad y del progreso, para que promuevan las oportunas medidas legislativas que permitan acceder, en condiciones de auténtica igualdad de oportunidades, al disfrute del espacio público para todos los ciudadanos. Abogamos por una política de sometimiento de las religiones al derecho común, centrada en la vigilancia del cumplimiento por todas ellas de los valores rectores de una sociedad libre y democrática.

7.- Es en este sentido por lo que consideramos imprescindible la adopción de los correspondientes procedimientos legales que posibiliten sancionar en el ordenamiento jurídico las propuestas que se exponen en el Manifiesto de Motril de julio de 2001. Y nos parece que dichas propuestas, pese a no resultar ajenas a ningún planteamiento realmente democrático y convivencial, deberían ser asumidas íntegramente por quienes se reclaman del pensamiento progresista.

8.- Consideramos que la garantía de respeto a la pluralidad de opciones ideológicas, filosóficas y éticas que puedan ser libremente asumidas por la conciencia de los ciudadanos, sin restricciones de ningún tipo para la libre expresión de las demás, sin limitaciones para el ejercicio del derecho a la crítica o a la apostasía, y sin imposiciones por parte de ninguna comunidad cultural o familiar sobre la conciencia individual -especialmente, de los jóvenes menores de edad- y su permanente derecho a la libertad, son la garantía del ejercicio real del derecho al espacio público.

9.- Consideramos que este ejercicio puede trasladarse al plano de las relaciones entre individuos, grupos, sociedades y estados, constituyendo uno de los fundamentos del derecho a la libre determinación de los individuos y de asentamiento de las condiciones de posibilidad de una vida social en paz y democracia. Creemos que la Unión Europea, muy especialmente, debe sentirse llamada a ejercer una función de defensa y promoción internacional del derecho a la autodeterminación del individuo como sujeto de Derecho, con el fin de evitar el sometimiento de las conciencias individuales a los prejuicios comunitaristas y a las presiones dogmáticas de cualquier signo, y frente a la usurpación por la fuerza de dicho derecho, ya sea con fines políticos, religiosos, mediáticos o delictivos. Creemos, también, que la Unión Europea debe reforzar sus compromisos con la cultura de la laicidad y de la libertad de conciencia ante los riesgos de deriva autoritaria, intransigente y excluyente que pueden detectarse entre ciertos sectores de la opinión pública europea para quienes el fanatismo o la renuncia al pensamiento libre pueden parecer alternativas al riesgo de exclusión social. La cultura de la laicidad y de la democracia fundamentada en valores humanos -que no en imagen o en recursos materiales-, constituye, también, un antídoto frente al fascismo

10.- Y a defender estos valores de laicidad como vía de respeto a la diversidad de las conciencias y de enaltecimiento de la riqueza plural de la cultura humana, nos comprometemos, requiriendo a nuestros representantes y autoridades públicas a que así lo hagan también, en todos los foros de ámbito español, europeo comunitario o internacional, para promover la construcción de una cultura civil fundamentada en la libertad, la igualdad de oportunidades y la relación constructiva y pacífica entre individuos y comunidades.

En Barcelona, a 21 de julio de 2002

Asociación Pi y Margall por la Educación Pública y Laica
Ateus de Catalunya
Colectivo Escuela. Granada
Europa Laica
Fédération Nationale de la Libre Pensée
Fundació Francesc Ferrer i Guàrdia


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 EL LAICISMO
Floreal Toledo Vilarín, 33°
Soberano Gran Comendador

Charla dictada en Santiago de Chile, bajo el auspicio del Instituto Laico de Estudios Contemporáneos y publicada en la Revista Citerior del Supremo Consejo del Grado 33, para la República de Chile, en su edición de julio del 2003.

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Noble y grata a mi sentir es esta jornada, donde damas y varones de buena voluntad, reunidos en el atrevido, difícil,  pero significativo afán de imponer la virtud del ideal sobre el pragmatismo y la mezquindad de lo cotidiano.

Junto con entregaros el más afectuoso saludo, os expreso mi profundo agrado por contar con vuestra presencia, en la exposición sobre el tema “El Laicismo”.

Para el género humano, el agua, la tierra, el fuego y el aire, con todos sus derivados poéticos-simbólicos, son el lugar en que lo imaginario se une con la sensación y ello no pertenece al dominio de la ciencia sino que es la expresión del sujeto humano en el mundo, que con sus sueños y ensueños que crean imágenes y metáforas, conducen al símbolo, el cual nos revela un mundo y  nos proporciona el cosmos simbólico que produce la felicidad del hombre.

LO ESPECIFICO DEL HOMBRE

Hablamos de la conciencia y expresamos que el hombre como ente biológico de por sí constituye un universo, esta pretensión que pareciera ser excesiva no lo es ciertamente, pues es tanta la originalidad de nuestra naturaleza, en la que se combinan propiedades que no compartimos con ningún otro ser vivo, como lo que es específico del hombre, la palabra humana, es decir, el lenguaje que surge del genio de la especie y que es, a la vez lengua y pensamiento y permite las funciones humanizantes del hombre para transformar el mundo con la ciencia, que poco a poco domina la naturaleza y con la subjetividad que por medio de lo artístico, del poema, del símbolo, del mito, asimila el mundo al Ideal Humano.

En el hombre hay un rasgo muy particular que es necesario destacar; mientras todos los seres vivos obedecen como autómatas al medio y sufren su destino sin poderlo cambiar en nada, sólo el hombre sabe lo que es y quién es; impone su voluntad y es capaz de regir su destino.

El destino que elija será el fruto de su conciencia, aún cuando no hay vida auténticamente humana el margen de lo social y es en este ámbito donde el hombre necesariamente debe proyectarse viviendo la conciencia colectiva, pero teniendo absoluto convencimiento de lo que es como individualidad, mediante el conocimiento de sí mismo como requisito previo para proyectarse al medio social, proyección que algunos llaman ética humanista, que se contrapone a la ética autoritaria, también llamada autoridad irracional cuya fuente es el poder sobre la gente y que se manifiesta expresamente en una sobrecarga de prejuicios y preceptos religiosos, vedados a la discusión libre y soberana, propia de todo ser humano, de modo que todo pensar y hacer del hombre está manipulado por un trasfondo religioso, inhibitorio, absorbente y despótico, como es la conciencia religiosa, donde el dogma está primero, el hombre después.

CONCEPTOS DEFINITORIOS

Entrando en materia preguntemos: ¿Qué quiere decir Laico?

Antes de presentar el tema, quiero haceros presente, que muchos de los aspectos que presenta el laicismo, permanecerá intocados, como: ¿Cuál es la garantía del entendimiento social?: la religión o la moral Laica; ausencia del laicismo en la mayoría de los países del mundo; la cuestión escolar; el laicismo dentro de nuestra institucionalidad, y muchos otros interesantísimos aspectos, pues el abordarlo daría para varias horas de exposición y lo que pretendo, que este sea un relato fresco, no cansador y ojalá entendible.

El término “laico” tiene dos sentidos. El primero indica un Estado que no privilegia ninguna religión o concepción de vida, que confiere derechos y establece la igualdad para todos los ciudadanos, independientemente de sus convicciones filosóficas.

El segundo sentido indica a las personas o grupos para los que la libertad de juicio, incluso en lo relativo a la religión y la tolerancia, constituyen fines fundamentales. Hablamos, desde luego, de objetivos o de valores no confesionales.

La laicización de la sociedad procura que la vida pública sea independiente de ordenanzas religiosas. A este respecto, convendría destacar algunos procesos de laicización: tales como el derecho al divorcio, a la creación de escuelas y de hospitales públicos y la abolición de condenas que afectaban a los no creyentes, etc.

El laicismo no es antirreligioso; por el contrario, constituye el único medio para garantizar a cada uno el respeto real a sus convicciones religiosas o filosóficas.

Definamos este término:

¿Qué es, en una primera mirada, el laicismo? Antes que nada un concepto político. Un Estado “laico”, en el sentido más amplio del término, que no privilegia ninguna religión ni concepción ideal de vida, garantizando la libre expresión de todos, dentro de ciertos límites.

La función laica del Estado, en su prístino sentido tiene como fundamento una visión según la cual, en lo que concierne a pautas de vida, la coerción política es radicalmente ilegítima, proclamando de este modo la autonomía de la conciencia.

Algunos definen el laicismo como el “derecho que tiene el hombre a desarrollar sus facultades libre de toda influencia clerical”. Para otros, “es toda actividad humana exenta de influencia religiosa”. Se entiende también al laicismo como la doctrina que defiende la independencia de la conciencia del hombre, para emanciparlo de la imposición de criterios filosóficos, religiosos y políticos de carácter absoluto. Igualmente, se le define como el tolerante respeto por el pensamiento y la conducta individual, admitiendo, en consecuencia, la diversidad dentro de la libertad. Pero en nuestro concepto, sería una definición más completa: “Laicismo es una aspiración hacia lo verdadero, lo bello, el bien, la tendencia a adherirse a una perfección siempre más grande en el dominio de cada individuo, en la pequeña esfera de su vida, en su conducta con respecto a los seres, las cosas y las ideas”.

Etimológicamente, el término deriva de la voz griega “Laos”, que significa  pueblo, de donde se deduce que el laico es aquel que no desempeña cargo eclesiástico, es decir, es el hombre del pueblo, por eso la iglesia católica usa el término laico para indicar a los que tienen la simple categoría de prosélitos o fieles.

Puede entenderse además, el concepto de laicismo como el derecho del hombre para desarrollar sus facultades libre de influencia clerical, lo que es una abierta censura al “clericalismo”, entendido como la incidencia determinante del clero en los asuntos de gobierno, la acción política y la educación.

Para el laicismo, el principio de laicidad, significa que las reglas religiosas no tienen ningún valor civil y que el brazo secular no interviene para asegurar su cumplimiento.

Una iglesia es una agrupación de personas que está regida por leyes y la iglesia católica ha reunido las suyas en un código.

Pero, el principio de laicidad tiene otro sentido más profundo, especialmente desarrollado en Europa a principios del siglo XX, y que significa que es necesario eliminar toda influencia de la religión en la creación del derecho. Una iglesia representa una fuerza social poderosa, por el número de fieles, la solidez de la agrupación, la autoridad de los jefes, la firmeza de la doctrina, la facilidad de la propaganda.

En consecuencia, basta que la regla de moral religiosa pueda revestir la forma jurídica para que la fuerza de la creencia religiosa se imponga a todos.

Esta ideología laica se denomina “anticlericalismo”. Pero la expresión disimula su sentido. No se trata solamente de resistir al poder de los clérigos, sino de destruir en los espíritus el sentimiento religioso o por lo menos reducirlo a una creencia personal sin fuerza social.

El anticlericalismo tiene una segunda etapa, que se revela tras el raspado, pero llevado todavía más lejos, la destrucción de la iglesia aparece como el objetivo más hondo, y ella misma conduce al objetivo supremo: la destrucción de la idea.

En nuestro país, en verdad el laicismo es una de esas nociones que, sometida a varios rasguños, hacen aparecer sentidos progresivos; así, la laicidad, no es una concepción, sino un hecho, una situación dada, correspondiendo a un estado de espíritu, el laicismo.

SENTIR DEMOCRATICO Y TOLERANTE

En un primer sentido, la idea laica se presenta como sinónimo de neutralidad tolerante, hasta benévola en materia religiosa, y es, por tanto, un sentir en que la democracia y la tolerancia adquieren su máxima expresión, no condena ninguna idea o sentimiento  religioso y combate con fuerza al intolerante que intenta imponer su idea perturbando la libertad de conciencia de los demás.

Para lo que así creían, la pérdida de Roma y del poder temporal de los Papas, significaba también el canto de agonía para la religión misma. Para todos, el mito del Progreso aparecía como gran Certidumbre: la Ciencia destruiría la impostura.

Algunos, llegaron a rechazar la fe en lo sobrenatural y a negar la divinidad de Cristo y veían a la religión como una transición, destinada a preparar el camino de la futura religión del Progreso, a la cual le esperaba un maravilloso porvenir, en el que el hombre sería liberado por fin de sus cadenas, creencia de una pureza de intención igual a su ceguera crítica.

El laico no es un creyente ni un antirreligioso. La religiosidad es un sentir humano y debe ser respetada. Gran parte de los seres sienten la religiosidad; otros han llegado a la conclusión que Dios no existe, las dificultades comienzan cuando las organizaciones religiosas se arrogan la verdad y aparecen los fanáticos que cegados por el dogma combaten con dureza a todos los que se oponen a sus designios infalibles.

Una expresión de verdadero laicismo es lo expresado por Augusto Barcia en la época de los años 30, que fuera Gran Comendador del Supremo Consejo de España: “en materia religiosa, para nosotros ha de merecer igual, idéntico trato, que no puede ser más que respeto ilimitado a toda creencia y toda iglesia. Desde Confucio a Mahoma, desde Buda a Jesús, desde Calvino a Lutero, todas las ideas, todos los sentimientos, todas las emociones, en la esfera de las creencias dogmáticas, han de ser tratadas por igual, con el mismo sincero respeto, porque somos, ante que todo, y por sobre todo, hombres tolerantes”.

De ahí se deduce una consecuencia práctica, de observancia medible, que es indispensable proclamar ahora, cuando, seguramente, al hacerlo, no son caricias de popularidad las que se van a cosechar. Si entre los preceptos de nuestra Constitución hay alguno que implique desconocimiento de los derechos de los católicos para la profesión de sus ideas y práctica de sus principios, hay que cambiarlo.

Una razón de orden general, y apuntada, lo impone así: que no puede ser el católico de peor condición que el mahometano, que el budista, que el protestante. A todos, por igual, hay que reconocerles el derecho a la libre profesión de sus creencias, y opiniones en materia religiosa.

En su fundamento, laicismo es sentir democrático y tolerante, pues no combate ninguna idea o sentimiento religioso, los respeta y los deja al dominio exclusivo de las conciencias; pero si, señala el peligro que significa la intolerancia religiosa, combatiéndola, porque ésta, muchas veces, en situación privilegiada, especula con las conciencias timoratas y crea un estado dentro de otro estado.

Concluiremos que el laicismo involucra la idea de libre examen, el derecho que tiene el hombre de conocer, analizar y sacar conclusiones según sus propias facultades. Es la rebelión de la razón ante imposición del dogma.

Porque el dogma se ha valido de la ignorancia para precipitar a la humanidad en el abismo de lo sobrenatural, conduciéndola y subordinándola a sus propios intereses.

CONTENDO ETICO

Mis muy queridas amigas y amigos:
No quiero ser sólo el expositor del tema Laicismo, entregando sus definiciones, filosofía, su contenido y fines.

Quiero expresar mis sentimientos sobre este tan importante contenido ético.

Mi sino, mi hacer es servir al porvenir. Servir al porvenir no significa solamente en estos momentos, defender los Derechos del Hombre, que son cosa nuestra, es una misión confiada por miles de hombres de buena voluntad y dilectas amigas, que sienten mi sentir.

Servir al porvenir, no es solamente el derecho de los pueblos a disponer de sí mismo, que es uno de nuestros principios, elaborado por nosotros, es también servir a la Patria, entregando ejemplos de tolerancia, fraternidad y comprensión lo que hacemos en nuestras casas, templos, lugares de trabajo, donde entregamos docencia, y en todo lugar, porque somos los hombres de la vida, de la esperanza, del progreso moral, de la luz.

Por ello, soy laico, porque no es ni mucho menos prohibir al hombre el sueño y la perpetua búsqueda de Dios, es reivindicar el respeto al ser.

Y, al evocar conceptos de libertad, asumo el papel evocador de conciencias, que es el que remueve las cenizas y hace brotar las llamas.

Quiero reivindicar el espíritu humano, que es de tal hechura que no se contenta con imposiciones, y quiere comprender la razón de las cosas.

Los fabricantes de utopías destinadas a regir la suerte de la Humanidad, que sitúan las faltas en el camino que las lleva al pecado mortal, viven explotando la incultura, tanto individual como colectiva, tomando el posesionamiento de la educación que permite insignes ganancias y aprovechando  la candidez seráfica de los que admiten ser sometidos aún a la obra civilizadora de la evangelización.

Pienso, siento, exalto el valor del laicismo, que es consustancial a la liberad de espíritu. Propugno el libre examen, el derecho que tiene todo ser de conocer, analizar y sacar conclusiones según sus propias facultades, lo que es la rebelión de la razón ante la imposición del dogma.

Siento que el ideal de libertad es laico, porque le da a cada uno la posibilidad de seguir y profesar las ideas que su propia razón le dicta.

Que el ideal de igualdad es laico, porque la razón rechaza toda clasificación de los hombres en categorías que no sean las de la inteligencia, la de la capacidad de trabajo, la del valor moral, categorías establecidas por la razón.

Vivo el ideal de Fraternidad que es laico, porque significa la aceptación de la libertad ajena y de la igualdad de los demás respecto de uno mismo.

Vivo el ideal laico que es espíritu de progreso, de curiosidad que va siempre a la vanguardia, porque él no es retenido por traba alguna, no existe un objeto tabú, ni una ignorancia digna de veneración; todo es materia de estudio, de búsqueda, de profundización. El ideal laico permite a los hombres sondear cada vez más profundo en lo desconocido y hacer descubrimientos útiles a la Ciencia y a la Humanidad.

El laicismo me fija el deber de combatir la bajeza, la vulgaridad y de dispensar a todos, sin exceptuar a los desheredados, las emociones estéticas más delicadas y puras. Y me exige levantar al pueblo hacia el arte y no el arte bajado hasta el pueblo.

El laicismo me ofrece mi desarrollo cultural, psíquico y moral, basado en la libertad de pensamiento y me plantea como hombre del ideal, para mi salud espiritual, el deber de practicar el arte real, el trabajo de pensar con el propósito de buscar la verdad rechazando la fácil formula de aceptar verdades ajenas, porque pueden ser dogmas que harían de mí, ser esclavo del ser de otros hombres, desperdiciando así la opción que me ofrece la vida para mi realización.

Expreso, con fervor interior, que soy laico y que venero los principios de libertad, igualdad y fraternidad y todos aquellos que hacen a los hombre mis hermanos y me permite caminar junto a ellos el camino de la libertad del espíritu, conjugando el libre examen como derecho inalienable del hombre.

Así he caminado y camino, llevando conmigo el mito hirámico porque en él triunfa la verdad, la libertad moral, espiritual y el amor fraterno.

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